Beata Liduina Meneguzzi
2 de Diciembre
Elisa Angela Meneguzzi nació el 12 de septiembre de 1901 en Giarre, provincia de Padua, ubicada en Italia. Su familia fue de modestos campesinos que inculcaron en ella valores, honestidad y fe, por lo que desde muy pequeña, Elisa demostró un vivo espíritu de oración, al participar diariamente en la Misa aunque tuviera que caminar varios kilómetros. El carácter de la niña siempre fue dulce y se hacía amar con su disponibilidad.
Para el 5 de marzo de 1926, al estar deseosa de consagrar su vida a Dios, ingresa en la Congregación de las Hermanas de San Francisco de Sales en la Casa Generalicia de Padua, y desde ese entonces adopta el nombre de Liduina, con el que será conocida.
En su congregación realizó su trabajo con mucho amor; y al ser sacristana entre las jóvenes del Colegio de la Santa Cruz, también se convirtió en la amiga que podía aconsejarles sabiamente para resolver sus problemas.
En el año 1937 las superioras la enviaron como misionera a Etiopía, donde llevó la fe y el amor de Cristo a muchos hermanos que no lo conocen. En esas tierras, trabajó como enfermera del Hospital Civil Parmi, donde recibió a los soldados heridos que llegaron ahí al haber estallado la guerra, a quienes atendió con ternura e incansable dedicación, viendo la imagen de Dios en cada uno de ellos. La religiosa incluso solía inclinarse ante los moribundos para sugerirles el acto de contrición, además, con su inseparable botellita de agua bautizaba a los niños que estaba a punto de fallecer.
Su entrega no conoció límites, pues ayudó con verdadero espíritu ecuménico a todos, sin importar su raza o religión. La ahora beata también gustaba hablar de la bondad de Dios Padre y del cielo que había preparado para todos sus hijos, con lo que logró convertir a muchos hombres y mujeres.
Años más tarde Sor Liduina enfermó, hecho que aceptó de manera serena. Después de someterse a una delicada operación quirúrgica, su situación se complicó y finalmente, el 2 de Diciembre de 1941, Dios la llamó ante su presencia, cuando tenía 40 años de edad. Un médico que estaba presente en el momento de su muerte, aseguró que nunca había visto a alguien fallecer con tanta paz.
«El mensaje que la Beata Liduina Meneguzzi aporta hoy a la Iglesia y al mundo es la esperanza de rescatar al hombre de su egoísmo y de aberrantes formas de violencia Un amor que es una invitación a la solidaridad y a la práctica del bien, siguiendo el ejemplo de Jesús que vino no para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por todos los hombres» (párrafo tomado de la página del Vaticano).
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