El pasado 12 de diciembre, el Cardenal Norberto Rivera Carrera presidió la misa dominical del mediodía en la I. N. Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, donde se realizó la celebración solemne de la bendición de las rosas, con la que se recordó que hace 479 años Santa María de Guadalupe se apareció al humilde indígena san Juan Diego, en el cerro del Tepeyac.
En su homilía el Prelado explicó que esta advocación mariana, muestra a la Madre de Dios, como quien porta “en su inmaculado vientre” a Jesucristo, cuya misericordia “va más allá de los tiempos”, y que incluso llega a nosotros a través del evento guadalupano, ya que quiso quedarse con nosotros por medio de su Santísima Madre.
Poco después, el Arzobispo Primado de México manifestó que la Virgen Morena es “la primera discípula y misionera del amor de Dios” y que hasta el día de hoy “ha permanecido en medio de nosotros que somos su pueblo” para mostrarnos “al verdadero Dios por quien se vive”, y agregó que el Dios en quien hemos depositado nuestra fe, es “el único que nos ama sin ningún interés”.
Más tarde, el Cardenal expresó que por desgracia, hay quienes se han dejado seducir por el mal, destruyendo a los demás y a sí mismos, lo que es extraño a nuestro pueblo mexicano, el cual se caracteriza por su nobleza, sencillez, humildad, bondad, laboriosidad y solidaridad.
“El día de hoy, por medio de Santa María de Guadalupe, queremos clamar al verdadero Dios que nos ayude a amar, que nos purifique el alma, queremos clamar aquí y ahora a ese Dios pleno de misericordia que nos enseñe a actuar responsablemente, con toda honestidad y verdad, que Dios nos coloque en nuestra mente, en nuestro corazón, en toda nuestra alma, y en todas nuestras fuerzas ese mismo amor misericordioso que vino a mostrarnos. Hoy, aquí y ahora queremos clamar a Dios, por medio de Nuestra Muchachita, Nuestra Madre del Cielo, para que Él entre hasta lo más profundo de nuestro ser arrancándonos el corazón de piedra y dándonos un corazón de carne que sepa amar y perdonar en una reconciliación que abarque no sólo nuestra vida personal, sino toda nuestra nación y que vaya más allá de nuestras fronteras”, comentó.
Destacó también que en la reunión de Aparecida, surgió la iniciativa de realizar una Misión Continental Permanente que ayudara a los fieles a tener un verdadero encuentro con Jesucristo. Y añadió que ahí se proclamó que María “nos ha de ayudar a tener un verdadero encuentro con su hijo amado”.
“Ella sabe llevarnos a Jesucristo, realizando una misión maravillosa, que va más allá de nuestras fronteras, que va más allá de los tiempos. Una misión continental que en esta Arquidiócesis de México fue preparada por la misión permanente que iniciamos impulsados por el segundo sínodo diocesano y que el día de hoy se vuelve más imperiosa, pues nuestro amado pueblo, así como tantos otros, está padeciendo terribles violencias, en donde el tejido social se está deteriorando y en donde, incluso, se está intentando cambiar la percepción de los mismos valores, dándole el título de “valor” a lo que no lo tiene”, aseguró.
“Una Misión Continental en donde nuestro corazón vibre con la necesidad del otro, en un verdadero y libre encuentro del amor; así como el corazón inmaculado de María sintió esa grande alegría y glorificó al Señor, así nosotros también, en cada instante de nuestra vida, sepamos glorificar al Señor Dios nuestro”, concluyó el Cardenal Rivera Carrera.
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