Cuando se cumplieron los acontecimientos que debían preceder al advenimiento del Mesías, de acuerdo con los vaticinios de los antiguos profetas, Jesús llamado el Cristo, Hijo de Dios eterno, se encarnó en el seno de la Virgen María y, hecho hombre, nació de ella para la redención de la humanidad. Desde la caída de nuestros primeros padres, la sabia y misericordiosa providencia de Dios había dispuesto gradualmente todas las cosas para la realización de sus promesas y el cumplimiento del más grande de sus misterios: la encarnación de su divino Hijo.
Por aquel entonces, el Emperador Augusto emitió un decreto para llevar a cabo un censo en el cual todas las personas debían registrarse en un lugar determinado según sus respectivas provincias, ciudades y familias. Hasta Belén, cerca de la ciudad de Jerusalén, llegaron San José y la Virgen María procedentes de Nazaret, y estando allí, le llegó la hora de dar a luz a la Virgen, trayendo al mundo a su divino Hijo a quien envolvió en lienzos y lo recostó en la paja del pesebre.
Con la solemnidad de la Navidad, celebramos la manifestación del Verbo de Dios a los hombres. La Iglesia, en su misión de ir por todo el mundo llevando la Buena Nueva, dedica este tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.
Durante el Tiempo de Navidad, al igual que en el Triduo Pascual de la Semana Santa, celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la Pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo Hombre y habitó entre nosotros.
Una de las fiestas más importantes para la Iglesia Católica, es precisamente la Navidad, momento en que recordamos que hace más de dos mil años, Dios vino a este mundo y se hizo hombre, semejándose a nosotros. En esta venida, el Salvador anunció la Buena Nueva a los hombres y mujeres de todo el mundo, compartiéndonos y haciéndonos partícipes de su mensaje de amor.
Para lograr recibir al Hijo de Dios en nuestro hogar y en nuestros corazones, los cristianos vivimos un tiempo de preparación, el cual es conocido como Adviento, que nos ayuda a limpiar nuestras almas, sabiendo que Cristo, “luz del mundo” alejará de nosotros las tinieblas que trae el pecado.
Durante las cuatro semanas que dura el adviento, los fieles participamos de los nueve meses que María, la Madre de Dios, llevó a Jesús en su vientre, por lo que se realizan las tradicionales posadas, en las que también se recuerda el camino de José y María hacia Belén, en cuyo humilde portal fue cobijado el pequeño Jesús.
Oración al Niño Jesús
Ven Señor Jesús, no tardes. Cielos ábranse y dejen que baje su rocío. Divino Niño Jesús, ven a nacer en mi corazón para desterrar de él al pecado y colocar en su lugar tus virtudes.
Amén
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