Con ocasión del “Día Mundial de los Derechos Humanos del Concebido” que se celebra el 8 de diciembre.
Entre rezos, cantos y porras, adultos mayores, jóvenes, niños en compañía de sus familias, así como personas en sillas de ruedas, se reunieron la mañana del 5 de diciembre, en la ex glorieta de Peralvillo para peregrinar hacia el Templo Expiatorio a Cristo Rey, Antigua Basílica de Guadalupe, cobijados por el deseo de difundir y defender los derechos humanos de todo concebido.
Provida, la Fraternidad de Enfermos y Limitados Físicos, Familia Eucarística, Centro de Formación Juan Pablo II, Palabra y Obra, Comunicación con Criterio, Jóvenes Eucarísticos, Testimonio y Esperanza, Misión por el amor de Dios en todo el mundo, Caballeros de Colón, Almas y fieles pertenecientes a la Adoración Nocturna de la Arquidiócesis de México, fueron las diversas asociaciones que se dieron cita poco antes de las diez de la mañana para caminar hacia la que fuera la casa de la Morenita del Tepeyac.
Con pancartas y globos que llevaban mensajes a favor de la vida, alrededor de 300 personas convocadas por la asociación civil Derechos del Concebido, rezaron el Santo Rosario para pedirle a la Virgen María de Guadalupe que bendiga y proteja a los concebidos.
Al llegar a la Antigua Basílica de Guadalupe, participaron de la santa Misa, que fue presidida por Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz, Rector de este recinto, quien en su homilía afirmó que “Cada uno de nosotros, en cuanto a bautizados, somos profetas de la buena noticia, del amor de Dios, profetas del Evangelio de la vida, porque para nosotros, trabajar, promover y respetar la dignidad del ser humano desde el momento de la concepción, no es una mera cuestión social, es algo que brota de nuestro corazón pensando simplemente que el dueño de la vida es Dios”.
“No es el tamaño, ni la edad, ni la raza, ni la condición social la que tienen que hacer que un ser humano sea valorado y respetado, es su individualidad. Precisamente por su dignidad ningún ser humano debe ser cosificado o considerado como un estorbo, como alguien a quien se le puede eliminar”.
Mons. Rivera Díaz, concluyó su homilía con una oración en la que pidió que todos seamos apóstoles de la vida “para que siendo fieles como pueblo de la vida, nuestra mayor ofrenda al entregar nuestra existencia, sea la de ser voz de los que no tienen voz, sea la de construir en este mundo la civilización del amor”.
Al final de la misa, se entregó a un grupo de veinte mujeres embarazadas, así como madres con bebés recién nacidos, una canastilla con ropa para sus hijos, como una expresión del amor y reconocimiento a la vida de todo ser humano.
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