Desde la residencia de verano de Castel Gandolfo, el pasado domingo 28 de agosto, el Papa Benedicto XVI explicó que orientar la vida a alcanzar solo el éxito social, el bienestar físico y económico, “es poner a un lado a Dios, no aceptar su proyecto de amor, e incluso impedirle cumplir su sabia voluntad”.
“Es evidente la divergencia ente el designio del amor del Padre, que llega hasta el don del Hijo Unigénito sobre la cruz para salvar la humanidad, y las expectativas, deseos y proyectos de los discípulos. Y este contraste se repite también hoy, cuando la realización de la propia vida está orientada solamente al suceso social, al bienestar físico y económico y no se razona más según la voluntad de Dios sino según los hombres”, continuó.
Luego, el Santo Padre destacó que “el cristiano sigue al Señor cuando acepta con amor la propia cruz, a pesar de que a los ojos del mundo aparece como un fracaso y una ‘pérdida de la vida’, el cristiano sabe que no la lleva él solo, sino que la lleva con Jesús, compartiendo su mismo camino de donación”.
Por otro lado, el Pontífice recordó a San Agustín y pidió por intercesión de este santo y de la Virgen María “que cada uno de nosotros sepa seguir al Señor en el camino de la cruz y nos dejemos transformar por la gracia divina, renovando el modo de pensar ‘para poder discernir la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto’”.
Por último, al saludar a los peregrinos de lengua española, afirmó que “es necesario tomar la cruz para seguir a Jesús, siendo dóciles a la Palabra y dejándose transformar interiormente, para así saber distinguir siempre cuál es la voluntad de Dios”.
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