Al inicio de su homilía, describió que en el Evangelio, Jesús habla de su pasión y muerte, lo cual sucedería según la voluntad del Padre. Seguidamente, recordó que en ese mismo pasaje se describe cómo Pedro intenta persuadir a Jesús para que no entregue su vida, representando así, a los muchos hombres que continuamente desean corregir el plan de Dios, poniendo en primer lugar el desquite, la revancha, el odio y la violencia.
El Arzobispo Primado de México explicó que actualmente existen “regímenes que no sólo legalizan sino que imponen el matar, robar, difamar, etc., guiados sólo por su ideología, sin importarles la dignidad de la persona”, tal como se presenciara en los actos criminales ocurridos en nuestro país, y en concreto, el suscitado en Monterrey, donde más de cincuenta personas perdieron la vida.
El Prelado también compartió que hizo llegar hasta la Arquidiócesis de Monterrey, las condolencias y plegarias de los fieles, “para que Dios conceda el descanso eterno a las víctimas inocentes, y el consuelo y la paz a sus deudos”. Junto con ello, condenó “con toda firmeza, este crimen diabólico y todo acto de violencia que hiere en lo más hondo a nuestra patria, roba la paz social y envilece a sus autores que no escaparán del juicio de Dios y esperamos también, que no escapen del juicio de nuestras instituciones”.
"La paz es un don, pero también es una conquista, cierto, debemos pedir una y otra vez al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, que nos conceda la paz, pero Cristo nos invita a ser también constructores de la paz; una paz que se cimienta sobre las bases del reconocimiento y el respeto de la dignidad de las personas, el testimonio de la verdad y la práctica de la justicia. Los católicos no podemos quedar pasivos ante la ola de destrucción y perversión de nuestra sociedad, los creyentes tenemos las armas de la oración, el perdón, pero sobre todo la Palabra de Dios que es la que debe orientar nuestra vida, y en ella encontraremos el mandato de Dios: ¡No matarás! La sangre de los inocentes clama justicia al cielo y ante Dios, los delitos no quedan sin castigo", agregó.
Más tarde, llamó a los cristianos para que desde sus ambientes, sean constructores de paz, empezando por su propia familia, e insistió “que ésta violencia que explota socialmente, no aparece de pronto, como por arte de magia, se ha ido gestando en nuestras familias, en nuestras escuelas, en nuestros barrios”.
El Cardenal prosiguió su mensaje, asegurando que la violencia, no son “sólo los actos del crimen organizado, lo es también la falta de respeto a la dignidad de los otros, la injusticia, la explotación de los más débiles, los abusos de autoridad, la impunidad, el desprecio por los hermanos y la discriminación”, lo cual “contradice nuestro nombre de cristianos, injertados por el bautismo en Cristo, que con su muerte cruenta en la Cruz ha vencido todo odio y violencia”.
"Envío mis más sentidas condolencias a las familias que lloran la irreparable pérdida de sus seres queridos, a mi hermano, el Sr. Cardenal don Francisco Robles, y al pueblo de Dios que peregrina en Monterrey, y los animo con la esperanza de la vida eterna que nos ha prometido Cristo en su resurrección. Así mismo, hago un llamado al Pueblo de Dios para socorrer la hambruna que sufren nuestros hermanos en África, sobre todo de Somalia. “Tuve hambre y me diste de comer”, nos dice el Señor. Nadie, sin sentirse culpable, puede quedar sordo a este reclamo que debe tocar nuestro corazón y nuestra solidaridad. Es cierto, también aquí en México tenemos muchos hermanos que mueren de hambre, y tenemos que salir a su encuentro, ayudarlos, pero el ayudar a nuestros hermanos de aquí de México no nos exime para ayudar también a nuestros hermanos que están lejanos geográficamente", señaló.
Por último, pidió que se organizaran las parroquias de ésta Arquidiócesis, para llevar a cabo una colecta y así llevar lo necesario a aquellos que se encuentran padeciendo en África.
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