En la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el pasado 31 de julio el Cardenal Norberto Rivera Carrera recordó que ese domingo se celebró el noveno aniversario de la canonización de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el hombre sencillo a través del cual, Dios manifestó su gracia.
En su homilía, el Prelado describió al indígena como un hombre de pueblo, bueno, lleno de virtudes, humilde y trabajador, que también cumplía sus obligaciones como miembro de la Iglesia, participando en los sacramentos. Junto con ello destacó que san Juan Diego deseaba conocer a Dios cada vez más y que por ello acudía al catecismo y que como cristiano, manifestó un gran amor a su tío anciano que agonizaba y por él hizo cuanto estuvo en sus manos.
"Un hombre que demostró una gran obediencia y grandeza en su misión de ser mensajero de Santa María de Guadalupe, y quien sería el portador ya no solo del mensaje sino también de la señal requerida por el Obispo para que se realizara la construcción del templo que pedía la Madre de Dios, su casita sagrada, iglesia en donde Jesucristo estaría como centro y razón de la misma. Iniciando con ello la civilización del amor y la cultura de la vida. En síntesis, un hombre que manifestó el rostro del inmenso amor de Dios".
Más adelante, al retomar la lectura del Evangelio de san Mateo, que narra la ocasión en que Jesús se apiadó de tantas personas que lo venían buscando para pedirle ayuda en la solución de sus problemas, indicó que el Señor quiere que los fieles participen de manera activa y efectiva en la historia de salvación, y que por ello dijo a sus discípulos: “denles ustedes de comer”.
Luego señaló que esto simboliza el envío y la misión que Jesús encomienda a sus discípulos más cercanos, concediéndoles una doble participación; la de interceder por ese pueblo hambriento física y espiritualmente, y el convertirlos en su instrumento, con el que ha de alimentar a esa gente.
Seguidamente explicó que en el texto bíblico, el pasaje de la multiplicación de los panes manifiesta que “es Jesús quien se hace el alimento, el sustento para todos”, y que por ello se entrega a aquellos que están fatigados, hambrientos y sedientos, para fortalecerlos y nutrirlos con “el pan de vida eterna que es Él mismo”.
Además añadió que en ese pasaje aparece alguien de corazón generoso, que ofreció el poco alimento que llevaba, porque rompiendo su egoísmo, compartió los panes y pescados para que después, Jesucristo bendijera y multiplicara esa ofrenda.
"Jesús no solamente dio el pan para saciar el hambre momentánea, sino el pan que nos da la vida eterna. Hoy más que nunca necesitamos adherirnos a ésta actitud eucarística y generosa, pues son miles y miles de hermanos los que andan buscando la verdad de su existencia por caminos falsos, hay miles y miles de hermanos sedientos de amor, y sin embargo están perdidos en los abismos, pensando que con el dinero, el poder, el sexo y la fama, pueden ser felices".
Por último, el Arzobispo Primado de México informó sobre una triste noticia para la Arquidiócesis:
"Hoy en la mañana el Señor recogió a otro Juan, que quiso dejar su patria, España, dejó su familia y su parentela y se vino aquí a éste santuario como han venido aquí los sacerdotes que ustedes ven al frente, para servir a la Señora del Cielo, para servir a Santa María de Guadalupe, para que su mensaje llegue a muchos. Esta mañana, el P. Juan Aranguren fue recogido por el Señor, el Señor se lo llevó a la gloria, y estamos nosotros con esa tristeza, pero también con ese gozo porque recibimos signos muy visibles de que el Señor acompaña a aquellos que él ha elegido y los ha elegido para la gloria".
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