La mañana del pasado sábado 15 de enero se llevó a cabo la quinceava peregrinación de la Arquidiócesis de México, donde al menos quince mil personas, entre laicos y sacerdotes de las diferentes vicarías, se dieron cita en la ex Glorieta de Peralvillo para caminar hacia la Basílica de Guadalupe.
La peregrinación fue encabezada por el Cardenal Norberto Rivera Carrera, quien también presidió la misa del mediodía, realizada en el Santuario Guadalupano. En su homilía, el Arzobispo Primado de México agradeció a Dios y a Santa María de Guadalupe sus XXV años de vida episcopal, y los XV años que ha podido dedicar al servicio de ésta Arquidiócesis.
Además recordó el anuncio de la próxima beatificación del Siervo de Dios Juan Pablo II, la cual se realizará el 1 de mayo, en el día dedicado a la Divina Misericordia. Al escuchar tal noticia, los fieles comenzaron a aplaudir, manifestando así el cariño que el pueblo mexicano tiene al Papa polaco.
Seguidamente, el Cardenal Rivera recordó las variadas ocasiones que el Pontífice visitó la Basílica de Guadalupe y el “grande amor que manifestó de muy diversas maneras, para nuestra patria”. Luego comentó que Juan Pablo II, al estar ante la imagen de la Morenita del Tepeyac, había entendido que Dios lo enviaba como misionero, a todos los pueblos.
Más tarde, manifestó que entre los dones que Dios le ha obsequiado, están sus obispos auxiliares, quienes en las comunidades hacen presente a Cristo Buen Pastor; los presbíteros y diáconos, “que con su servicio perseverante en la tarea de la evangelización, son testigos fieles de la buena noticia, en medio de la comunidad que tienen encomendada”.
También están los hermanos de vida consagrada, presencia que le permite a la Iglesia manifestarse con una gran riqueza de carismas. Por último, destacó la fe comprometida de cada vez más bautizados laicos, quienes prestan sus servicios en colegios, hospitales, orfanatorios, y tantos otros lugares, donde se acompaña a los más pobres y necesitados; logrando evangelizar en diversos ambientes culturales.
“Este cuerpo de Cristo, que todos formamos, debe ser motivo de una toma de conciencia cada vez más profunda, porque el Espíritu Santo necesita de nuestra disponibilidad para la misión de llegar a todos los corazones posibles”, expresó.
De esta manera, invitó a cada uno de los miembros de la Iglesia, “a seguir con mayor radicalidad las huellas del Señor”, y a esforzarse por fortalecer los lazos de comunión para realizar la misión encomendada por Jesús, que es una responsabilidad compartida por todos los bautizados. Y agregó que para llevar a cabo esta labor, el Espíritu de Dios les lleva a lugares “donde fuimos incapaces de imaginar que pudiera existir un camino de evangelización”.
“La voluntad de Dios es que la salvación llegue a todos los hombres y nosotros como miembros de la Iglesia, tenemos la encomienda, como la tuvo Juan Pablo II, de dar testimonio de esa salvación, de dar testimonio de Jesucristo, de dar testimonio de la fuerza del Espíritu que se quiere derramar en los corazones de todos los hombres”, aseguró.
El Cardenal concluyó insistiendo que “el anuncio de Jesús de tener otras ovejas que no están en este rebaño, nos abre a una conciencia de verdadera universalidad. Este anuncio se traduce en una exigencia de apertura hacia todos los ambientes culturales de la ciudad porque el Espíritu ha sido derramado más allá de las fronteras habituales de nuestra tarea pastoral, y estamos llamados a leer esas señales del Espíritu para crecer como Iglesia”.
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