En la Audiencia General de este miércoles 13 de octubre, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre la vida de la beata italiana Ángela de Foligno, quien nació en el año 1248, en el seno de una familia acomodada y recibió una educación mundana. Se casó joven y tuvo varios hijos. Su vida era despreocupada hasta que algunos acontecimientos dramáticos, como el violento terremoto de 1279 y las consecuencias de la guerra contra la ciudad de Perugia, la hicieron recapacitar sobre el sentido de su existencia.
En 1285 Francisco de Asís se le apareció en una visión, y le pidió la aconsejara para hacer una confesión general de sus pecados. Tres años después, fallece toda su familia y Ángela vende todos sus bienes para entrar en 1291 en la Tercera Orden Franciscana. Al principio de su recorrido espiritual, la beata sintió miedo del infierno, debido a sus pecados.
Al respecto de éste temor, el Santo Padre explicó que "corresponde al tipo de fe que Ángela tenía en el momento de su conversión; una fe todavía pobre de caridad, es decir del amor de Dios. El arrepentimiento, ese miedo al infierno y la penitencia le abren la perspectiva del doloroso camino de la cruz que la llevará al camino del amor".
Seguidamente el Pontífice señaló que "Ángela siente que tiene que dar algo a Dios para reparar sus pecados, pero lentamente comprende que no tiene nada que darle, que no es nada ante Él y entiende que no será su voluntad la que le dará el amor de Dios porque ésta puede darle solamente su ‘nada’, su ‘no amor’. Poco a poco en su camino místico entenderá ‘profundamente la realidad central: lo que la salvará de su indignidad y del infierno no será su ‘unión con Dios’, ni su posesión de la ‘verdad’, sino Jesús crucificado, su amor. Identificarse, transformarse en el amor y en los sufrimientos de Cristo crucificado".
En su mensaje, el Papa destacó que la conversión de la santa maduró cuando el perdón de Dios se presentó “a su alma como el don gratuito del amor del Padre, fuente de amor”, logrando gracias al Crucificado, “el paso de la conversión a la experiencia mística, de lo que se puede expresar a lo inexpresable".
"Toda su experiencia mística es, por lo tanto, tender a una perfecta semejanza con Él, mediante purificaciones y transformaciones siempre más profundas y radicales. Esa identificación significa también vivir lo que Jesús vivió: pobreza, desprecio, dolor. Un camino altísimo, cuyo secreto es la oración constante", manifestó el Vicario de Cristo.
Al despedirse, el Papa Benedicto XVI deseó "que la Beata Ángela de Foligno nos ayude a comprender que la verdadera felicidad consiste en la amistad con Cristo, crucificado por amor nuestro. A su divina bondad sigo encomendando con esperanza a los mineros de la región de Atacama, en Chile. Muchas gracias y que Dios os bendiga".
En 1285 Francisco de Asís se le apareció en una visión, y le pidió la aconsejara para hacer una confesión general de sus pecados. Tres años después, fallece toda su familia y Ángela vende todos sus bienes para entrar en 1291 en la Tercera Orden Franciscana. Al principio de su recorrido espiritual, la beata sintió miedo del infierno, debido a sus pecados.
Al respecto de éste temor, el Santo Padre explicó que "corresponde al tipo de fe que Ángela tenía en el momento de su conversión; una fe todavía pobre de caridad, es decir del amor de Dios. El arrepentimiento, ese miedo al infierno y la penitencia le abren la perspectiva del doloroso camino de la cruz que la llevará al camino del amor".
Seguidamente el Pontífice señaló que "Ángela siente que tiene que dar algo a Dios para reparar sus pecados, pero lentamente comprende que no tiene nada que darle, que no es nada ante Él y entiende que no será su voluntad la que le dará el amor de Dios porque ésta puede darle solamente su ‘nada’, su ‘no amor’. Poco a poco en su camino místico entenderá ‘profundamente la realidad central: lo que la salvará de su indignidad y del infierno no será su ‘unión con Dios’, ni su posesión de la ‘verdad’, sino Jesús crucificado, su amor. Identificarse, transformarse en el amor y en los sufrimientos de Cristo crucificado".
En su mensaje, el Papa destacó que la conversión de la santa maduró cuando el perdón de Dios se presentó “a su alma como el don gratuito del amor del Padre, fuente de amor”, logrando gracias al Crucificado, “el paso de la conversión a la experiencia mística, de lo que se puede expresar a lo inexpresable".
"Toda su experiencia mística es, por lo tanto, tender a una perfecta semejanza con Él, mediante purificaciones y transformaciones siempre más profundas y radicales. Esa identificación significa también vivir lo que Jesús vivió: pobreza, desprecio, dolor. Un camino altísimo, cuyo secreto es la oración constante", manifestó el Vicario de Cristo.
Al despedirse, el Papa Benedicto XVI deseó "que la Beata Ángela de Foligno nos ayude a comprender que la verdadera felicidad consiste en la amistad con Cristo, crucificado por amor nuestro. A su divina bondad sigo encomendando con esperanza a los mineros de la región de Atacama, en Chile. Muchas gracias y que Dios os bendiga".
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