Al mediodía del pasado 17 de octubre, el Cardenal Norberto Rivera Carrera, recordó en su homilía, el salmo cantado ese domingo, en el que reconocemos que el auxilio nos viene del Señor, del creador del cielo y de la tierra. Seguidamente destacó que “esto es un gran motivo para reafirmar nuestra fe en Cristo, quien por su misterio pascual nos ha iluminado rompiendo las sombras de muerte y nos ha llenado con la esperanza de vida plena”.
Más adelante el Arzobispo Primado de México comentó, con relación al Evangelio, que hoy en día existen muchos jueces que deciden hacer justicia a los necesitados, pero movidos únicamente por el deseo de ya no ser molestados. Al respecto de dicha situación, el Cardenal recordó que estamos enfrentándonos a “las tinieblas que parecen ensombrecer el camino del Cristiano”, entre las que podemos destacar, “el comercio de drogas, el lavado de ganancias ilícitas, la corrupción en cualquier ambiente, el terror de la violencia, el armamentismo, la discriminación racial, las desigualdades entre los grupos sociales, la irrazonable destrucción de la naturaleza. Estos pecados manifiestan una profunda crisis debido a la pérdida del sentido de Dios y la ausencia de los principios morales que deben regir la vida de todo hombre”.
“Es urgente la necesidad de restablecer un ambiente social de fraternidad, tolerancia, de justicia, en el que las instituciones cumplan con su deber, en el que las leyes justas se apliquen sin miramientos ni concesiones, en que el imperio de la ley venga avalado por principios éticos y por el bien que produce a la persona y a la sociedad y no por ideologías o intereses partidarios o proselitistas y mucho menos por revanchas o fobias”, declaró el Arzobispo.
En su reflexión, el Cardenal aseguró que “la oración, ese levantar el alma hacia Dios, ese dialogo con Aquel que nos ama, se convierte en el modo como la luz de Cristo vence a las tinieblas, pues Él en su presencia Eucarística se nos da como luz y vida, como pan y vino transfigurados. Así la Eucaristía aumenta las virtudes y promueve todos los dones espirituales, a fin de que los cristianos nos manifestemos con la fuerza que vence a las tinieblas de nuestro interior y del ambiente”.
Por último, comentó que “la oración confiada, insistente, filial a nuestro Padre Celestial la hemos de hacer siempre por medio de Jesucristo, con Él y en Él. Orar sin desfallecer, de día y de noche. Con ella se alcanzan muchas gracias”, y prosiguió, comentando que en muchas ocasiones, “los católicos nos acercamos a Dios y le buscamos en la oración sólo cuando tenemos necesidades o algo nos aflige”, sin embargo, sugirió que hay que buscar constantemente a Dios y sobre todo en la Eucaristía, ya que es ahí donde el Salvador ha dejado su presencia, siendo que “solamente en nuestra relación con Jesús Eucaristía encuentran respuesta nuestras preocupaciones y necesidades, nuestras penas y dolores. Y también solamente en Él nuestras ilusiones y alegrías alcanzan su satisfacción profunda”.
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