miércoles, 20 de octubre de 2010

Historia de la semana

¿Y tú cuánto vales?

Hace varios meses, un joven llamado Juan invitó a su amiga Marisa a tomar un café. Durante la charla, el joven mostró a su amiga, un rostro en el que reflejaba todas las angustias y problemas que traía encima.

Cuando Marisa le preguntó qué le sucedía, el deprimido joven le comentó que todo en su vida estaba mal, que no aguantaba la presión de la escuela, que no le iba bien en el trabajo, que el dinero no le alcanzaba, que su novia no lo entendía, que no sabía cuál era su vocación… no había nada que rescatar.

Repentinamente, Marisa tomó su cartera y sacó un billete, luego lo puso en la mesa y preguntó:
-Juan, ¿quieres éste billete?

Un poco confundido, el joven le miró y luego contestó:
-Claro Marisa...son $100, ¿quién no los querría?

Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo. Después le mostró el billete a su amigo y volvió a preguntarle:
-¿Aún quieres el billete?

Aún más confundido, el joven respondió:
-Marisa, no sé qué pensabas al arrugar el billete, pero no importa, siguen siendo $100. Claro que los acepto si me los regalas.

Al escuchar la respuesta de Juan, Marisa desdobló el billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo. Lo volvió a levantar, pero el billete estaba sucio y tenía algunas marcas. Por tercera vez mostró el billete a su amigo y una vez más le preguntó que si lo quería, a lo que Juan contestó:
-Mira Marisa, sigo sin entender lo que pretendes, pero ese es un billete de $100 y mientras no lo rompas, conserva su valor. Entonces, sí lo quiero.

Marisa miró a su amigo y le explicó:
-Juan, con esto te he querido enseñar que aunque a veces algo no salga como tú quieres, aunque la vida te arrugue o te pisotee, sigues siendo tan valioso como al principio. Debes preguntarte cuánto vales, sin importar lo golpeado o roto que estés.
Al ver que su amigo estaba reflexionando lo que había querido enseñarle, Marisa puso el billete arrugado sobre la mesa, le sonrió y le dijo:
-Toma Juan, guárdalo para que cuando te sientas desanimado, te acuerdes de cuánto vales.

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