viernes, 10 de septiembre de 2010

Homilía dominical del Cardenal Norberto Rivera Carrera

A las 12 del día del pasado domingo 5 de septiembre, durante la misa celebrada en la Catedral de la Ciudad de México, el Cardenal Norberto Rivera Carrera recordó que Jesús aseguró que donde dos o tres estemos reunidos en su nombre, Él estará en medio de nosotros.

Luego explicó que Jesús vive en el corazón de los más pobres al igual que en el corazón de los pastores de su Iglesia, y que de manera especial está en la Eucaristía. Así mismo, reconoció “la bondad y la eficacia que tiene la oración hecha en el silencio y a solas”, la cual, sin embargo, no se compara “con la oración que hacemos como Iglesia, unidos a nuestra cabeza que es Cristo”, que es lo que realizamos cada domingo cuando nos “congregarnos como su cuerpo que somos”.

Poco más tarde, el Arzobispo Primado de México añadió que en las Sagradas Escrituras continuamente se nos invita a estar unidos y a ser solidarios. Asimismo señaló que nuestra obligación de cristianos, es amonestar al malvado para que corrija su camino, y de esta manera se manifiesta la corresponsabilidad que tenemos en la vida de nuestros hermanos.

"Nunca será suficiente la insistencia que debemos hacer para que se respete la libertad de conciencia y para que se destierre todo método impositivo de hacer buena a la gente por decreto o por la fuerza, pero eso no quita nuestra responsabilidad de proclamar la verdad y de hacer la invitación para que el hermano se aparte del mal. Muchos padres de familia con el pretexto de respetar la libertad prefieren no enterarse de los caminos que están tomando los hijos y si se enteran hacen como que no se dan cuenta, enterrando la cabeza en la arena como el avestruz. Nosotros sabemos las consecuencias que eso tiene, a nivel familiar y a nivel nacional, el no enfrentar los problemas a tiempo".

En su homilía, el Prelado continuó la reflexión sobre el papel que tenemos de invitar a nuestros familiares y amigos, e incluso aquellos que no nos sean conocidos, a abandonar el mal camino, y si ellos deciden no escuchar, el peso de su rechazo no caerá sobre nuestros hombros.

"La Iglesia, aunque muchos lo pidan, no puede callar ante los pecados del mundo ni ante las faltas de los hijos: "Porque si el centinela, viendo que llega el enemigo, no toca la trompeta y el pueblo no es avisado y algunos del pueblo mueren, yo pediré cuentas al centinela de esa sangre". Una Iglesia muda no sirve ni a Dios ni a los hombres. Ante los grandes males de nuestro mundo no nos podemos encoger de hombros, no nos podemos paralizar, ni echar la culpa de todos los males a un sólo hombre: debemos mostrar nuestra solidaridad y nuestra corresponsabilidad, levantando nuestra voz, y ofreciendo nuestras propuestas y entregando nuestro compromiso para que los males se conviertan en bienes".

Al final de su mensaje, el Cardenal Rivera Carrera recordó que estamos celebrando los cien años del nacimiento de la Madre Teresa, la religiosa que a pesar de la difícil situación en que se desarrolló su vocación, “nunca quiso abandonar el silencio de la oración, ni el lavar los cuerpos de los más abandonados, ni el dejar de curar las llagas de los más heridos, ni abrazar y alimentar con cariño a los niños y ancianos abandonados”.

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