martes, 28 de septiembre de 2010

Homilía de Monseñor Pedro Agustín Rivera

Homilía de Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
15 de septiembre, 2010.


Ante la realidad que vivimos en donde nos damos cuenta que el desorden y el mal están presentes y pareciera que nos enfrentamos a una situación desalentadora, está la esperanza en que nuestro país podrá cambiar si se abre a la sabiduría de Dios.

La Nación la forman los ciudadanos y aquellos que nos gobiernan deben estar al servillo de ella; deben valorar, promover y respetar los valores de esta Nación. Sí, celebremos este Bicentenario, hagámoslo con alegría, pero no dejemos de analizar lo triste que significaría sólo cumplir con el festejo, pues cuando festejamos a nuestras mamás, más que los regalos deberíamos hacerlo con nuestra buena conducta a lo largo de toda nuestra vida. Así también estos festejos para cada uno de nosotros representa el reto de volver a nuestras raíces, de modificar las estructuras equívocas a través de las cuales hemos ido cayendo.

No es la confrontación, no es atacando al otro como vamos a salir adelante; no es creando estructuras más fuertes y más costosas, no es con más policías; es a través del cambio de nuestros corazones y ese cambio no se va a poder dar si no abrimos nuestro corazón y nuestra vida a Jesucristo, y aquél amor que le tenemos a Santa María de Guadalupe transformémoslo en obras solidarias, en el conocimiento de nuestros valores luchando para que estos estén impresos en las leyes que nos gobiernan.

Así, abiertos a la Gracia de Dios, podremos anunciar que este México será mejor y será verdaderamente libre cuando se vuelva a Dios. Que así como hoy recordamos al Cura Hidalgo como el Padre de la Patria, podamos reconocer a Santa María de Guadalupe como Madre de nuestra libertad.

Oremos por aquellos que nos gobiernan para que la Gracia del Espíritu, les ayude a buscar el bien común.

Pidámosle a Dios que la fuerza, el amor y el poder de Jesucristo estén en nuestros corazones, ilumine nuestro entendimiento, y haga que esta Nación, que en sus orígenes se reconoce católica, que en estos valores que tiene, encuentre la fortaleza para cambiar el mundo.

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