Beata María Ludovica de Angelis (1880-1962)
25 de Febrero
Nacida el 24 de octubre de 1880 en Italia, Sor María Ludovica De Angelis fue bautizada con el nombre de Antonia. Con el correr de los años, estuvo en contacto con la naturaleza y la dura vida del campo, lo que le ayudó a crecer límpida, abierta, trabajadora y ricamente sensible, se había transformado en una joven fuerte y al mismo tiempo, delicada, activa y reservada.
Para el 14 de noviembre de 1904, Antonia ingresó al Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, una Familia Religiosa que caminaba por los senderos del mundo, proponiendo con la fuerza del ejemplo el ideal de aquél que dijo: «Todo cuanto hagan a uno solo de estos hermanos míos, a Mí lo hacen», según el deseo de Santa María Josefa Rossello, su fundadora.
El día de la Vestición Religiosa, Antonia tomó el nombre de Sor María Ludovica y tres años después de su ingreso, el 14 de noviembre de 1907, zarpó hacia Buenos Aires. Ahí, pese a su castellano con un notable acento italiano, no le costó entender ni hacerse entender con la gente del lugar.
Aún estando lejos de su país natal, se entregó con toda el alma al servicio de los necesitados en el Hospital de Niños, al cual fue enviada, y que inmediatamente adoptó como su familia. En un principio fue la cocinera del lugar, pero más tarde habría de convertirse en la responsable de la comunidad, siendo el infatigable ángel custodio de la obra que, en torno a ella, se transformó gradualmente en familia unida por un único fin: el bien de los niños.
Serena, activa, decidida, audaz en las iniciativas, fuerte en las pruebas y enfermedades, con la inseparable corona del Rosario entre las manos, la mirada y el corazón en Dios y la infaltable sonrisa en los ojos, Sor Ludovica llegó a ser, sin saberlo ella misma, a través de su ilimitada bondad, incansable instrumento de misericordia, para que a todos llegue claro el mensaje del amor de Dios hacia cada uno de sus hijos.
El testimonio que la religiosa dio fue el de «Hacer el bien a todos, no importa a quién», y con ese pensamiento, logró obtener salas de cirugía, salas para los pequeños yacentes, nuevas maquinarias, un edificio destinado a la convalecencia de los niños, una capilla que hoy es parroquia, y alimento para sus protegidos.
Durante 54 años Sor M. Ludovica fue amiga y confidente, consejera y madre, guía y consuelo, de cientos y cientos de personas de toda condición social.
Dios la llamó consigo el 25 de febrero de 1962. A su muerte y en recuerdo por su servicio, el Hospital de Niños asumió el nombre de «Hospital Superiora Ludovica».
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