En la Audiencia General del 16 de febrero, el Papa Benedicto XVI habló sobre el gran místico del siglo XVI San Juan de la Cruz, "proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa Pío XI en 1926", quien mostró con su ejemplo que la purificación del alma es un trabajo de Dios y que si uno se deja amar por Cristo puede soportar con alegría el peso de la vida cotidiana.
Nacido en Fontiveros, cerca de Ávila, en 1542, ingresó como carmelita en Medina del Campo. En 1567 fue ordenado sacerdote. Al renovar su profesión religiosa adoptó el nombre "de la Cruz". San Juan colaboró estrechamente con Santa Teresa de Jesús, en la reforma de la familia religiosa Carmelita, "lo que le supuso graves sufrimientos", llegando incluso a ser encarcelado por una acusación injusta. Mientras se preparaba para viajar a México, enfermó gravemente y murió en diciembre de 1591.
El Santo Padre explicó que San Juan de la Cruz "es considerado uno de los poetas líricos más importantes de la literatura española. Sus obras más conocidas son cuatro: 'Subida al Monte Carmelo', 'Noche oscura', 'Cántico espiritual' y 'Llama de amor viva'".
"En el 'Cántico espiritual', San Juan presenta el camino de purificación del alma. En 'Llama de amor' describe con detalle el estado de la unión transformadora con Dios. La 'Subida al Monte Carmelo' presenta el itinerario espiritual desde el punto de vista de la purificación progresiva del alma, necesaria para escalar la cumbre de la perfección cristiana, simbolizada por la cima del Monte Carmelo", agregó.
El Pontífice declaró que "el dejarse amar por Cristo es la luz que nos ayuda a llevar el peso cotidiano. Y la santidad no es una obra nuestra, muy difícil, sino que es esta 'apertura': abrir las ventanas de nuestra alma para que la luz de Dios pueda entrar, no olvidar a Dios porque en la apertura a su luz se encuentra fuerza, se encuentra la alegría de los redimidos".
Al final de su mensaje, indicó que San Juan de la Cruz enseña que "para llegar a la unión de amor con Dios hay que purificarse de todo afecto desordenado. Pero este proceso, aunque exige la colaboración del hombre, es obra de Dios, ya que el ser humano por sus propias fuerzas es incapaz de realizarlo. En cambio, mediante la fe, esperanza y caridad, se dispone a la acción de Dios, amándolo con el mismo amor con que Él lo ama".
"Siguiendo las enseñanzas de San Juan de la Cruz, os exhorto a que recorráis el camino hacia la santidad, a la que el Señor os ha llamado con el bautismo, abriendo vuestro corazón al amor de Dios y dejándoos transformar y purificar por su gracia", concluyó.
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