
El Santo Padre, dirigiéndose a los enfermos señaló: “Queridos enfermos y personas que sufren, es precisamente a través de las llagas de Cristo como nosotros podemos ver, con ojos de esperanza, todos los males que afligen a la humanidad. Al resucitar, el Señor no eliminó el sufrimiento ni el mal del mundo, sino que los venció de raíz.

San Bernardo afirma: «Dios no puede padecer, pero puede compadecer». Dios, la Verdad y el Amor en persona, quiso sufrir por nosotros y con nosotros; se hizo hombre para poder compadecer con el hombre, de modo real, en carne y sangre. Por eso, en cada sufrimiento humano ha entrado Uno que comparte el sufrimiento y la paciencia.
El Papa, dirigiéndose a jóvenes que viven la experiencia de la enfermedad dijo: “A menudo la pasión, la cruz de Jesús dan miedo, porque parecen ser la negación de la vida. En realidad, es exactamente al contrario. La cruz es el «sí» de Dios al hombre, la expresión más alta y más intensa de su amor y la fuente de la que brota la vida eterna. Aprended a «ver» y a «encontrar» a Jesús en la Eucaristía, donde está presente de modo real por nosotros, hasta el punto de hacerse alimento para el camino, pero también sabedlo reconocer y servir en los pobres, en los enfermos, en los hermanos que sufren y atraviesan dificultades, los cuales necesitan vuestra ayuda. A todos vosotros, jóvenes, enfermos y sanos, los invito a crear puentes de amor y de solidaridad, para que nadie se sienta solo, sino cerca de Dios y parte de la gran familia de sus hijos.

Por último el Vicario de Cristo, expresó su afecto a todos y a cada uno, en el que manifestó sentirse “partícipe de los sufrimientos y de las esperanzas que vivís diariamente en unión con Cristo crucificado y resucitado, para que os dé la paz y la curación del corazón. Que junto con él vele a vuestro lado la Virgen María, a la que invocamos con confianza Salud de los enfermos y Consoladora de los afligidos”.
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