
Junto con ello, el Prelado recordó la invitación de Jesús para que seamos sal de la tierra y luz del mundo, asegurando que sin el Señor, “nuestro mundo sería insípido” y que sin su luz “las tinieblas ya habrían cubierto la faz de la tierra” y “caminaríamos a tientas”.
El Cardenal expresó que “esta encomienda de ser sal y luz del mundo, que Jesucristo recibió de su Padre”, nos la transmite por medio del bautismo, y agregó que “por eso el mismo San Pablo nos dice: “Ustedes eran tinieblas, ahora son luz en el Señor”; luego remarcó que “hemos sido elegidos y enviados para manifestar a Cristo, hemos sido incorporados a Cristo para ser sus miembros, para ser su rostro, hemos sido elegidos para ser testigos suyos en medio del mundo”.

También reiteró que para llevar a cabo esta labor, nos ayudará el practicar las llamadas obras de misericordia, como el compartir nuestro pan y nuestro techo con los que carecen de él, pues al hacer el bien, brillaremos en las tinieblas.
Más adelante, el Arzobispo afirmó que existe un grave problema en nuestro continente, y es “la separación que hacemos entre el culto a Dios y la vida de todos los días”, como si nadie tuviera que enterarse de que practicamos nuestra religión católica, ni siquiera nuestra familia, y lo justificamos diciendo que las circunstancias han cambiado y que es imposible realizar estas obras de misericordia con la gente de nuestra ciudad.

Por último, el Cardenal Rivera Carrera aseguró que el mundo para el que debemos ser sal y luz, comienza en nuestra familia y se expande a todo lo que nos rodea, como el trabajo, los ambientes de diversión y los lugares donde nos desenvolvemos. Explicó también, que es una gran responsabilidad que suele ser difícil, y que “por esto debemos acercarnos continuamente a Jesucristo para encender nuestra lámpara, por esto debemos recibir continuamente a nuestro Salvador y así tener la fuerza transformadora que tiene la sal”.
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