jueves, 4 de noviembre de 2010

Santo de la semana

San Martín de Porres
3 de Noviembre

El 9 de diciembre de 1579, nació en la ciudad de Lima, Perú, un niño a quien nombraron Martín de Porres, hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava, y de Ana Velásquez, negra libre panameña.

Martín fue confirmado por Santo Toribio de Mogrovejo, primer arzobispo de Lima, quien hizo descender en él, al Espíritu Santo, provocando que poco a poco su corazón fuese manso y humilde como el de su madre.

A los doce años, Martín trabajó como aprendiz de peluquero, y asistente de un dentista. Luego, conoció al Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes, quien lo invitó a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario. Debido a las leyes de la época, Martín no podía ser religioso por su raza y su tez negra, por ésta razón, el santo ingresó como Donado. Sin embargo se entregó a Dios y su vida estuvo presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.

Su tarea consistía en la limpieza de la casa, es por ello que la escoba y la cruz, fueron las grandes compañeras de su vida. Un par de años más tarde, el P. Provincial y el Consejo Conventual decidieron que Fray Martín se convirtiera en hermano cooperador. Para el 2 de junio de 1603 se consagró a Dios por su profesión religiosa.

Se cuenta que un día, cuando el santo cortaba el pelo de un estudiante, éste se molestó e insultó al fraile, a lo que Martín de Porres respondió con una gran sonrisa. También el P. Fernando Aragonés testificó que Fray Martín “se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor".

Con sus obras, el santo provocaba que la portería del convento estuviera repleta de soldados humildes, indios, mulatos, y negros, a quienes atendía mientras repetía que "No hay gusto mayor que dar a los pobres".

Cuando san Martín de Porres vio que se acercaba el momento de gozar de la presencia de Dios, pidió a los religiosos que le rodeaban que entonasen el Credo, y mientras lo cantaban, entregó su alma, siendo el día 3 de noviembre de 1639. Su muerte causó profunda conmoción en la ciudad, ya que todos deseaban conseguir alguna reliquia.

Gregorio XVI lo declaró Beato en 1837. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962, en cuya homilía de canonización, el Papa recordó las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo, consistentes en su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de "Martín de la caridad".

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