Al mediodía del pasado domingo 29 de mayo, en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Cardenal Norberto Rivera Carrera señaló que aquél día las lecturas escuchadas tienen la intención de preparar a los files “para recibir y desear la venida del Espíritu Santo en el Pentecostés ya próximo”, dado que el núcleo ya no es Jesús Resucitado “sino el Don del Espíritu Santo que Cristo nos ha traído con su muerte y su resurrección. Jesús se nos presenta como el precursor, como el que ha venido a preparar la efusión del Paráclito”.
“En forma muy precisa y concisa nosotros aprendimos en el catecismo que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Pues en verdad, el Espíritu Santo, es una persona y no simplemente una "energía" impersonal, o un "soplo" creador. Jesús mismo nos dice que el Espíritu Santo es enviado, que viene y que habita en nosotros. Es una persona que busca una relación, comunicación, permanencia en los discípulos del Resucitado”, explicó el Arzobispo Primado de México.
Seguidamente el Prelado agregó que “el Espíritu de Dios es el que nos da luz, sabiduría, consejo, inteligencia, ciencia y fuerza. Pero en nuestro caminar por este mundo no sólo necesitamos de luz para ver y de fuerza para actuar, necesitamos de consuelo para poder vivir ya que el cansancio nos desanima, el futuro nos espanta, los amigos nos traicionan. La consolación de Dios se encarnó en Jesucristo que pasó consolando toda clase de sufrimientos”.
Más adelante indicó que “el Concilio Vaticano II, en su magnífico documento Gaudium et Spes, nos ofrece una visión clarísima de la misión del Espíritu Santo en esta etapa de la comunidad cristiana: "La Iglesia, nos dice, está compuesta de hombres, los cuales, reunidos en torno a Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y tienen un mensaje de salvación que proponer a todos"”.
Por otra parte, el Arzobispo manifestó que ser cristiano y discípulo “no es levantar muros o echar cerrojos para defendernos de los ataques”, sino que es “dejarse guiar por el Espíritu para recorrer los caminos del mundo y descubrir cada día la novedad de Dios, la novedad de la Buena Noticia, de la vida nueva y comunicarla a todo aquel que quiera escuchar las razones de nuestra esperanza”.
Para concluir su homilía, el Cardenal Norberto Rivera recordó que “hoy, como siempre, el peligro está en no creer en la promesa de Jesús" de que Él enviaría al Consolador que estará siempre con nosotros, y en “creer que nosotros somos los que edificamos la Iglesia, que son nuestras estrategias y habilidades las que harán avanzar a la comunidad cristiana”. Junto con ello exhortó a creer en la palabra de Jesús, para que con valentía y fortaleza podamos anunciar su mensaje en las plazas públicas, sintiéndonos orgullosos de haber sido elegidos para formar la Iglesia de Cristo Jesús.
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