En la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, el pasado sábado 25 de junio el Cardenal Norberto Rivera Carrera imploró a Dios que envíe la paz a nuestro país, durante la misa que presidió y con la que se concluyó la Peregrinación por la paz, unidad y esperanza en México.
En su homilía, el Prelado destacó que hace cinco años surgió “el Movimiento Social Católico Unión de Voluntades, ante un ambiente tenso donde la paz social se sentía amenazada. Este grupo de personas y asociaciones convocó a una magna peregrinación a la Basílica de Guadalupe, para postrarse ante la Morenita del Tepeyac y suplicar su eficaz intercesión por la Unidad, la Paz y la Concordia del pueblo de México; también se comprometieron como laicos católicos a trabajar a favor de la cultura de la vida, de la protección de la familia como núcleo fundamental de la sociedad, de la dignificación de la persona humana, de la educación integral y del combate a la pobreza”.
Luego, explicó que “construir la paz es poner los fundamentos de un auténtico humanismo. La paz es al mismo tiempo un don y una tarea. Como tarea supone un compromiso permanente de los individuos y de los pueblos por establecer relaciones de justicia y solidaridad; pero la paz es sobre todo un don de Dios”.
Además, retomando el magisterio del Papa Benedicto XVI señaló que la paz tan anhelada por los pueblos, se origina en la familia, porque “la primera forma de comunión entre las personas es la que el amor suscita entre un hombre y una mujer decididos a unirse establemente para construir juntos una nueva familia”, que se convierte en “el « lugar primario de ‘‘humanización'' de la persona y de la sociedad », la « cuna de la vida y del amor »”.
Más adelante, el Arzobispo Primado de México comentó que “en una vida familiar «sana» se experimentan algunos elementos esenciales de la paz: la justicia y el amor entre hermanos y hermanas, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles, porque son pequeños, ancianos o están enfermos, la ayuda mutua en las necesidades de la vida, la disponibilidad para acoger al otro y, si fuera necesario, para perdonarlo. Por eso, la familia es la primera e insustituible educadora de la paz”.
“La Iglesia Católica de muchas maneras ha mostrado su interés y su compromiso de contribuir en la construcción de la paz a fin de que la violencia, la impunidad y la corrupción tengan un freno, para ello propone entre otras muchas iniciativas que son necesarias”, agregó.
Seguidamente enlistó: “Asumir un mayor compromiso con la evangelización de calidad y con la difusión de los valores cristianos que promueve el Evangelio de la vida. La Iglesia tiene una enorme responsabilidad en ello y para hacer frente a este reto se debe partir del hecho de que un católico correctamente evangelizado estará siempre en contra de la Cultura de la Muerte”.
Como segundo aspecto: “Realizar jornadas de oración en las que se involucre a todos los grupos eclesiales y a la comunidad parroquial para pedir a Dios por el don de la vida, por la paz y por la conversión de los delincuentes que tanto daño han hecho a nuestro país. Con esta misma finalidad, se propone incluir en la Oración de los fieles, en todas las Misas dominicales, una petición especial”.
Además destacó que hay que “educar en el amor al prójimo y hacer presente, en la sociedad, el mensaje de Jesucristo: el amor como ley suprema. Y es que, la creciente agresividad que flota en el ambiente hunde sus raíces en la banalización del amor, donde cada hombre se encamina a establecer su relación de dominio frente al otro”.
“Organizar talleres de cultura cívica dirigidos a la comunidad parroquial y, como complemento, se sugiere informar a los fieles de los programas que han elaborado las autoridades locales y la Comisión Justicia y Paz de la Arquidiócesis de México para combatir la inseguridad social. Se debe evitar que la presentación de los programas se realice con fines partidistas”, prosiguió el Cardenal Rivera.
Incluso pidió que se cree un “directorio telefónico de las instancias locales ante las cuales se debe denunciar un hecho delictivo, con la finalidad de evitar la impunidad”, además de “formar un comité de laicos responsable de llevar un registro de las denuncias realizadas ante las instancias correspondientes y dar seguimiento a las mismas con la finalidad de presionar a las autoridades para que, de manera rápida y conforme a Derecho, atiendan todas y cada una de las denuncias”.
El Arzobispo también alentó a “utilizar todos los medios al alcance de los templos para erradicar la violencia intrafamiliar y promover los derechos humanos particularmente de los niños, mujeres y ancianos. Este reto se debe emprender bajo la premisa de que la delincuencia y la violencia que se vive en las calles del país es consecuencia de una descomposición social que se origina fundamentalmente al interior de las familias mexicanas”.
Por último, recordó que “la paz es un bien que se promueve con el bien: es un bien para las personas, las familias, las Naciones de la tierra y para toda la humanidad; pero es un bien que se ha de custodiar y fomentar mediante iniciativas y obras buenas”.
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