Durante su homilía, el Sumo Pontífice explicó que el misterio de la Santísima Trinidad, Dios Uno y Trino, es el "primer y supremo misterio de nuestra fe", y agregó que "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno, porque Dios es amor: el Padre da todo al Hijo; el Hijo recibe todo del Padre con reconocimiento; y el Espíritu Santo es como el fruto de este amor recíproco entre el Padre y el Hijo".
Seguidamente, aludió a la primera lectura de aquél domingo (tomada del libro del Éxodo), la cual narra la infidelidad de Israel a Dios cuando, después de que Moisés recibió los Diez Mandamientos, el pueblo quiso construir "un dios que sea visible, accesible, maniobrable, a la medida del hombre".
Luego, el Vicario de Cristo comentó que cuando Moisés encontró al becerro de oro, rompió las tablas de la ley, pareciendo que todo estaba perdido, “sin embargo, no obstante este gravísimo pecado del pueblo, Dios, por intercesión de Moisés, decide perdonar e invita a Moisés a volver a subir al monte para recibir de nuevo su ley, los Diez Mandamientos".
El Santo Padre prosiguió su reflexión recordando que Dios revela a Moisés “ser lleno de bondad con estas palabras: ‘El Señor, Dios misericordioso y piadoso, lento a la cólera y rico en amor y fidelidad’. Esta auto-definición de Dios manifiesta su amor misericordioso: un amor que vence el pecado, lo cubre, lo elimina. No puede hacernos revelación más clara".
El Papa indicó más adelante, que el Evangelio de hoy completa esta revelación de Dios, porque a pesar de que “en el mundo hay mal, egoísmo, maldad y Dios podría venir para juzgar al mundo, para destruir el mal, para castigar a aquellos que obran en las tinieblas. En cambio Él muestra que ama al mundo, que ama al hombre, no obstante su pecado, y envía lo que tiene de más precioso: su Hijo unigénito. Y no solo Lo envía, sino que lo dona al mundo. Jesús es el Hijo de Dios que ha nacido para nosotros, que ha vivido para nosotros, que ha curado a los enfermos, ha perdonado los pecados, ha recibido a todos".
Además recordó que "en el misterio de la cruz están presentes las tres Personas divinas: el Padre, que dona a su Hijo unigénito para la salvación del mundo; el Hijo, que cumple hasta el final el designio del Padre; el Espíritu Santo –infundido por Jesús en el momento de la muerte– que viene para hacernos participes de la vida divina, para transformar nuestra existencia, para que sea animada por el amor divino".
Por último, el Papa Benedicto XVI alentó a acoger y generar las condiciones de una vida digna para los refugiados en el mundo, tras manifestar que el lunes 20 de junio se celebraría la Jornada Mundial del Refugiado.
"En tal circunstancia –dijo– este año se celebra el sexagésimo aniversario de la adopción de la Convención internacional que tutela a cuantos son perseguidos y obligados a escapar de sus países".
"Invito por tanto a las autoridades civiles y a toda persona de buena voluntad a garantizar acogida y condiciones de vida dignas a los refugiados, en espera que puedan retornar a su patria libremente y en seguridad".
El Santo Padre prosiguió su reflexión recordando que Dios revela a Moisés “ser lleno de bondad con estas palabras: ‘El Señor, Dios misericordioso y piadoso, lento a la cólera y rico en amor y fidelidad’. Esta auto-definición de Dios manifiesta su amor misericordioso: un amor que vence el pecado, lo cubre, lo elimina. No puede hacernos revelación más clara".
El Papa indicó más adelante, que el Evangelio de hoy completa esta revelación de Dios, porque a pesar de que “en el mundo hay mal, egoísmo, maldad y Dios podría venir para juzgar al mundo, para destruir el mal, para castigar a aquellos que obran en las tinieblas. En cambio Él muestra que ama al mundo, que ama al hombre, no obstante su pecado, y envía lo que tiene de más precioso: su Hijo unigénito. Y no solo Lo envía, sino que lo dona al mundo. Jesús es el Hijo de Dios que ha nacido para nosotros, que ha vivido para nosotros, que ha curado a los enfermos, ha perdonado los pecados, ha recibido a todos".
Además recordó que "en el misterio de la cruz están presentes las tres Personas divinas: el Padre, que dona a su Hijo unigénito para la salvación del mundo; el Hijo, que cumple hasta el final el designio del Padre; el Espíritu Santo –infundido por Jesús en el momento de la muerte– que viene para hacernos participes de la vida divina, para transformar nuestra existencia, para que sea animada por el amor divino".
Por último, el Papa Benedicto XVI alentó a acoger y generar las condiciones de una vida digna para los refugiados en el mundo, tras manifestar que el lunes 20 de junio se celebraría la Jornada Mundial del Refugiado.
"En tal circunstancia –dijo– este año se celebra el sexagésimo aniversario de la adopción de la Convención internacional que tutela a cuantos son perseguidos y obligados a escapar de sus países".
"Invito por tanto a las autoridades civiles y a toda persona de buena voluntad a garantizar acogida y condiciones de vida dignas a los refugiados, en espera que puedan retornar a su patria libremente y en seguridad".
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