En la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Cardenal Norberto Rivera Carrera expresó durante su homilía dominical del pasado 19 de junio, día de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, que al examinar nuestra vida, podemos descubrir que está íntimamente ligada al misterio de la Trinidad.
Luego comentó que “toda nuestra existencia se desarrolla en su nombre, así comenzamos nuestra vida siendo bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, y que igualmente cada día iniciamos la jornada encomendándonos a Dios en sus tres personas.
Seguidamente, el Arzobispo Primado de México destacó que en la celebración de los Sagrados Misterios también se hace presente la Santísima Trinidad, que es el centro de la fe católica, y que en ese momento “nuestra oración la dirigimos al Padre y lo hacemos siempre por medio de Nuestro Señor Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo. Por eso comprendemos qu
e nuestra religiosidad popular siempre comience los meses en nombre de la Trinidad, en la Divina Providencia, encomendándose” a ellos.
Por otra parte, el Cardenal Rivera aseguró que el misterio de la Santísima Trinidad es un hecho revelado, “es toda una novedad que viene a traernos Jesucristo desde el momento de su encarnación. Lo envía el Padre, se encarna por obra y gracia del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María”. Luego explicó que Jesucristo prometió que al reencontrarse con el Padre, enviaría al Espíritu Santo.
“Esta vida trinitaria se nos manifiesta como una relación de amor, como algo que se comunica, que no puede existir sino comunicándose íntimamente entre sí las Divinas Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, quienes a su vez se comunican con nosotros, indicó el Prelado.
Más adelante, el Arzobispo Primado de México exhortó a las familias a ser imagen de la Santísima Trinidad, procurando que a pesar de las diferencias entre sus miembros, exista entre ellos una buena relación, e insistió que lo mismo debe darse en toda comunidad cristiana y en nuestra sociedad, donde reinará el amor, ya que sin él “nuestra sociedad se descompone, porque quiere establecer una relación de dominio, una relación de competencia, de rechazo y muchas veces, hasta de odio mutuo. Y así no se puede construir ni la familia ni la sociedad”.
Por último, al conmemorarse también el Día del Padre, el Cardenal recordó a los padres que han fallecido e igualmente invitó a orar y dar gracias a Dios por aquellos que aún viven: “los encomendamos especialmente a Dios, para que todo papá realmente sea reflejo de ese misterio de amor de Dios –el misterio de la Trinidad-, de ese amor que se da y se da totalmente sin ningún interés, de ese amor que es fecundo y hace crecer al hijo, porque no hay mayor anhelo de un buen padre que hacer que su hijo crezca, se desarrolle, se transforme, lo supere inclusive. Que siempre tenga no solamente lo necesario sino que goce de los bienes de ésta vida y después de los de la vida eterna”.
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