Cardenal Rivera insiste que Dios recompensa al que ve por los más necesitados
Por otra parte, reconoció que hoy en día es muy difícil abrir las puertas de nuestra casa a un desconocido, por la situación de violencia e inseguridad que se vive no sólo en nuestra ciudad sino en todo México. Sin embargo, aseguró que hay otras formas de realizar obras de misericordia, lo que despierta dentro de nosotros la sensibilidad.
Con relación al Evangelio, el Prelado recordó que éste describió el pasaje de la Sunamita, quien invita a su hogar al profeta Eliseo, denominado por San Mateo: el “Discurso sobre la misión”.
"En el “Discurso sobre la misión” podemos descubrir tres expresiones de ese saber “recibir”, de este saber hospedar. En primer lugar un saber “recibir”, apoyar, animar espontáneo y sencillo a las personas comprometidas en hacer el bien a los demás, no puede quedar sin recompensa. Hasta un vaso de agua que demos en nombre del Señor, a quien lo necesita, siempre será recompensado por el mismo Señor", explicó.
Luego indicó que un segundo aspecto del saber recibir, es uno que nos mueve por la consideración de que toda persona es imagen y semejanza de Dios, en especial los más necesitados; y que si los recibimos a ellos, invitamos al mismo Cristo a nuestra vida. Y el tercer grado de este hospedar, es cuando seguimos a Jesús y lo ubicamos en primer lugar, antes que nuestra familia y amistades y todas las demás cosas, es recibirlo en plenitud para permanecer con Él, que implica además, reconocer a Cristo en los demás y en nosotros mismos.
"Dar significa estar vivo y ser rico. El que tiene mucho y no sabe dar no es rico, es una persona pequeña, impotente, empobrecida, por mucho que posea. En realidad, sólo es rico quien es capaz de regalar algo de sí mismo a los demás. Todos necesitamos escuchar y recibir en lo más profundo de nuestro corazón las palabras de Jesús: “no quedará sin recompensa ni un vaso de agua fresca que demos a los más pequeños y necesitados”. En un mundo lleno de grupos enfrentados, partidos, guetos, sindicatos, clubes, razas, países y hasta en la religión; es importante la llamada evangélica a saber “recibir”, acoger, hospedar a los demás. Acoger es abrir las puertas de nuestro hogar, pero sobretodos de nuestro corazón a los demás, es escuchar y ofrecer una posibilidad de diálogo; es dar algo de nuestro tiempo, de nuestros bienes, de nosotros mismos a los demás", prosiguió.
Más tarde, el Arzobispo Primado de México comentó que muchas de las grandes obras que se realizan en nuestro país, las realizan personas desconocidas, de quienes no sabemos ni sus nombres, quienes se convierten en “un ejército de voluntarios que trabajan de manera gratuita y callada, en los miles de rincones de nuestro mundo, sólo porque les nace del corazón estar junto a los que más necesitan”, como en los albergues para niños y en asilos.
En su reflexión, el Cardenal exhortó a los fieles a defender a las familias, ya que “puede ser la cuna de los grandes valores que hacen posible nuestro México; pero también la familia puede pervertir la sociedad”, ya que existen familias que educan en el egoísmo y la violencia, e incluso aclaró que “esas familias no son familias en el sentido en que Dios lo ha planeado. No son familias en el sentido cristiano”.
“Pero la familia tiene que tener los valores del Reino de Dios. Lo decisivo no es la familia, no son las relaciones de carne y sangre. Lo definitivo para que se construya una buena sociedad, para que realmente la Iglesia sea edificada por las familias, es que esas familias sepan transmitir los valores del Evangelio. Por eso Jesús habla con toda radicalidad, de preferirlo a Él, antes que esas relaciones, podríamos decir, de la carne y de la sangre. Preferir los valores que Cristo vino a inculcarnos”, agregó.
Por último, señaló que adherirse a Cristo y renunciar al mundo, “lleva consigo opciones decisivas y trascendentes ciertamente no fáciles”, y una de ellas sería el rechazo y ver cómo se le van cerrando las puertas. “Por eso Cristo nos prepara, tenemos qué preferirlo a Él, que viene a revolucionarnos, a transformarnos, y eso duele, eso rasga interiormente, y a veces eso crea conflictos en la misma familia, pero el Señor nos invita a crear una nueva sociedad, un mundo nuevo, a convivir con otros valores distintos al paganismo”, concluyó.