Papa encomienda al
pueblo de México a la protección de María
Alrededor
de las nueve de la mañana del domingo 25 de marzo, el Papa salió del Colegio
Miraflores rumbo a los campos de futbol donde se encontraba el helicóptero que
lo llevaría a sobrevolar el Monumento a Cristo Rey en el cerro del Cubilete.
Luego de conocer este emblemático lugar, el Vicario de Cristo aterrizó en el
Parque Bicentenario, y subió al papamóvil para recorrer el sitio donde
celebraría la Santa Misa, de manera que los fieles ubicados en las zonas más
alejadas, pudieran verle, ya que viajaba a una velocidad de 5 km/h.
Durante
el traslado, el Pontífice se mostró alegre y emocionado al ver la gran cantidad
de peregrinos, quienes arribaron desde el día anterior para llegar a la cita
con el Santo Padre. Como muestra de cariño, se le obsequió un sombrero de
charro de color negro, el cual portó orgullosamente.
Al
llegar a la sacristía, el Sumo Pontífice se revistió con su casulla morada,
color que se utiliza durante la Cuaresma. Minutos después, la celebración
eucarística inició con el mensaje de bienvenida de Mons. José Guadalupe Martín
Rábago, Arzobispo de León, quien manifestó que al haber recibido la
notificación de su visita a nuestro país, “hemos orado agradeciendo al Dios de
las bondades que nos ha privilegiado, eligiéndonos para tener con nosotros al
Sucesor del Apóstol Pedro, al Vicario de Cristo, al Pastor de la Iglesia
Universal”.
Mons.
Rábago consideró la visita del Papa es “un acontecimiento de gracia: viene como
mensajero de buenas nuevas, a reanimarnos, a invitarnos a conseguir metas
superiores de vida cristiana”, al mismo tiempo, llamó a contagiar a los demás con
lo visto y oído en estos días.
Ya
en su homilía, el Obispo de Roma recordó el anhelo ferviente del beato Juan
Pablo II de visitar el Monumento a Cristo Rey, considerando que su predecesor
“seguramente se alegrará hoy desde el cielo de que el Señor me haya concedido
la gracia de poder estar ahora con ustedes” y recordó el cariño del pueblo
mexicano al Papa Viajero, mostrado tras su muerte con la veneración de sus
reliquias. Después explicó que las coronas que adornan la imagen del Cristo del
Cubilete, “indica que su realeza no es como muchos la entendieron y la
entienden” porque “su reinado no consiste en el poder de sus ejércitos para
someter a los demás por la fuerza o la violencia” sino que está fundada en el
amor “traído al mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio”.
“Por
eso es justo que, por encima de todo, este santuario sea un lugar de
peregrinación, de oración ferviente, de conversión, de reconciliación, de
búsqueda de la verdad y acogida de la gracia. A Él, a Cristo, le pedimos que
reine en nuestros corazones haciéndolos puros, dóciles, esperanzados y
valientes en la propia humildad”.
Por
último, recordó que el Año de la fe al que ha convocado a la Iglesia, “es una
invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del
mundo… La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que
se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo”. Y pidiendo que la
Virgen María “nos ayude a purificar nuestro corazón, especialmente ante la
cercana celebración de las fiestas de Pascua, para que lleguemos a participar
mejor en el misterio salvador de su Hijo, tal como ella lo dio a conocer en
estas tierras”, deseó la protección divina para los fieles de México y
Latinoamérica, “para que Cristo reine en sus vidas y les ayude a promover
audazmente la paz, la concordia, la justicia y la solidaridad”, concluyó.
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