viernes, 27 de agosto de 2010

Santo de la semana

Beata María del Tránsito de Jesús Sacramentado
25 de Agosto


En el seno de una familia cristiana, la beata María nació el 15 de agosto de 1821 en San Roque, en Córdoba. Al momento de ser bautizada, le pusieron el nombre María del Tránsito Eugenia de los Dolores, pero más adelante, le añadiría "de Jesús Sacramentado" por su gran devoción.

Debido a la formación espiritual que recibieron en su hogar, ella y otros tres de sus diez hermanos, decidieron consagrar su vida a Dios, ya que los dones del Espíritu Santo intensificaron su sentido sobrenatural de la vida, la atenta escucha de la voz de Dios, el deseo de la imitación del Señor.

A pesar de la vida que llevaba, rodeada de los deberes de la casa y de galas, ella prefería una vida seria y de recogimiento, por ello beata solía cerrar sus ojos para desaparecer un momento y vislumbrar en su alma, la belleza cautivante de Jesús.

Cuando María del Tránsito tenía 29 años, su padre falleció. La partida de quien fuera su gran amigo, le dejó una herida profunda, sin embargo, con dicho acontecimiento, Jesús comenzaba a prepararla para seguir un nuevo camino, en el que más tarde se sobrepuso la muerte de su madre y tres de sus hermanos. Tras esta nueva tragedia, ingresó en la Tercera Orden Franciscana e intensificó su vida de oración y de penitencia.

Por su anhelo de consagrarse totalmente a Dios, en 1859, con ocasión de su profesión en la Tercera Orden de San Francisco, emitió el voto de virginidad perpetua. Más tarde le surgió la idea de fundar un Instituto para la instrucción cristiana de la infancia pobre y abandonada, y así, para 1878, la Madre María del Tránsito fundó la Congregación Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas, cuyo objetivo era promover las obras de caridad y misericordia y dar educación gratuita a las hijas de los pobres y desamparados.

María del Tránsito se distinguió por su piedad, sobre todo hacia la Eucaristía; llevó a cabo una intensa actividad como catequista e hizo muchas obras de misericordia, visitando frecuentemente a los pobres y a los enfermos. Entre sus virtudes destacan la prudencia, la paciencia, la fortaleza de ánimo para afrontar las múltiples pruebas de la vida, su amor a la pureza y la confianza en la Divina Providencia, que le respondía con frecuencia con signos sorprendentes.

Antes de fallecer, la beata expresó: "Yo ya no les hago falta porque no puedo hacer nada, pero, cuando muera, desde el cielo les hare mucho bien". Para el 25 de agosto de 1885, luego de una enfermedad crónica, partió hacia el Reino de Dios.
Fue beatificada, por Juan Pablo II, el 14 de abril del 2002.

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