Como cada miércoles, el 14 de septiembre el Papa Benedicto XVI realizó su habitual catequesis; en ésta ocasión reflexionó sobre el Salmo 22, el cual menciona el grito que Jesús dio al estar clavado en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", con el cual recordó que Dios nunca abandona al hombre que sufre.
Al respecto, el Pontífice explicó que las dramáticas imágenes de este Salmo sirven para decir que "cuando el hombre es brutal y agrede al hermano, algo de animal prevalece en él, parece perder toda semblanza humana; la violencia tiene siempre en sí algo de bestial y solamente la intervención salvífica de Dios puede restituir al hombre su humanidad".
Luego indicó que el "Salmo 22, (22 según la tradición hebraica y 21 según la tradición greco-latina) es una oración acongojada y conmovedora, con una densidad humana y una riqueza teológica que hacen que este Salmo sea uno de los más rezados y estudiados de todo el Salterio". Agregó también, que el Salmo "presenta la figura de un inocente perseguido y rodeado por adversarios que quieren su muerte; y él acude a Dios en un lamento doloroso que, en la certeza de la fe, se abre misteriosamente a la alabanza".
"Dios calla y este silencio desgarra el alma del orante, que llama incesantemente, pero sin encontrar respuesta. Los días y las noches se van sucediendo, en una búsqueda incansable de una palabra, de una ayuda que no llega; Dios parece tan distante, tan olvidadizo, tan ausente", señaló el Papa.
En este sentido, el Vicario de Cristo expresó que "a pesar de toda apariencia, el Salmista no puede creer que los lazos con el Señor se han interrumpido totalmente; y mientras pregunta el por qué de un presunto abandono incomprensible, afirma que ‘su’ Dios no lo puede abandonar".
El Santo Padre recordó que "el grito inicial del Salmo, ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’, se presenta en los Evangelios de Mateo y de Marcos como el grito que lanza Jesús muriendo, en la cruz (cfr Mt 27,46; Mc 15,34)". Y prosiguiendo su mensaje, manifestó que "el lamento se transforma, deja lugar a la alabanza en la acogida de la salvación: Tú me has respondido. "Anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea"”.
"El Señor ha acudido en ayuda, ha salvado al pobre y le ha mostrado su rostro de misericordia. Muerte y vida se entrecruzan en un misterio inseparable, y la vida ha triunfado, el Dios de la salvación se ha mostrado Señor indiscutible, que celebran en todos los lugares de la tierra y delante del cual se postran todas las familias de los pueblos. Es la victoria de la fe, que puede transformar la muerte en don de la vida, el abismo del dolor en fuente de esperanza".
Por último, el Papa Benedicto XVI insistió que "este Salmo nos ha llevado sobre el Gólgota, a los pies de la cruz de Jesús, para revivir su pasión y compartir la alegría fecunda de la resurrección". Así, invitó a los fieles a dejarse invadir “por la luz del misterio pascual también en la aparente ausencia de Dios, en el silencio de Dios y, como los discípulos de Emaús, aprendamos a discernir la verdadera realidad más allá de las apariencias, reconociendo el camino de la exaltación precisamente en la humillación, y la plena manifestación de la vida en la muerte, en la cruz. De esta manera, colocando toda nuestra confianza y nuestra esperanza en Dios Padre, en cualquier angustia podremos rezarle también nosotros con fe y nuestro grito de ayuda se transformará en canto de alabanza".
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