viernes, 15 de abril de 2011

Historia de la semana

Confesándose con Dios por medio de un sacerdote



Cierto día, un amigo dirigiéndose a otro le comentaba:

- Me alegra que por fin te hayas decido a confesarte y a comulgar.

- ¿Confesarme yo? No, para nada, los sacerdotes no son necesarios, sólo son hombres como tú y como yo. Lo que hago es confesarme con Dios: le cuento lo que me pasa, le pido perdón y listo.

- ¡Es asombroso lo inteligente que eres! Lo que no me cabe en la cabeza es cómo un hombre tan inteligente como tú se quede a la mitad.

- ¿La mitad? No entiendo.

Contestó de nuevo el amigo - Si hombre, tú has comulgado y te has arrodillado ante el Sagrario. Pues bien, dada tu inteligencia, lo más lógico sería que fueses al mercado, comprases un poco de pan, lo consagres tú mismo, comulgues y te guardes el resto en una urna ¿no?, ¿pero quedarte a medias?...

- Yo no puedo consagrar, eso sólo los sacerdotes por el poder de Dios lo pueden hacer… Y bueno amigo, gracias, ahora entiendo que pasa lo mismo en el sacramento de la confesión. Me has hecho ver claro lo que tengo que hacer, me voy porque tengo suerte, aún hay un sacerdote confesando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario