José J. Castellanos
Quizá
sea el momento, con el pretexto de las “intercampañas”, de reflexionar un poco
acerca de lo que se juega en una campaña política, más allá del juego de los
partidos o la personalidad de los candidatos. Se cesa un poco el ruido de la
propaganda, podríamos ver más allá, hacia cosas trascendentes. A ellas nos han
invitado el Cardenal Norberto Rivera Carrera y sus obispos auxiliares, en sus
Orientaciones Pastorales sobre el voto responsable de los fieles católicos y
personas de buena voluntad.
Un
primer punto es el énfasis que hace en el deber de los cristianos de participar
en la construcción del bien común, uno de cuyos elementos es la construcción de
la vida democrática, mediante la emisión del voto. Quizá sin quererlo, con este
exhorto se sale al paso de un ingenuo mensaje, si no es que tiene otro fondo,
que atribuye a Pedro Ferriz la invitación a no votar por senadores en el
próximo proceso electoral, dejando las urnas vacías. Pretensión similar a la de
quienes también proponían anular el voto o dejarlo en blanco. Si se trata de
una protesta, hay otras formas, pero la abstención o la anulación abonan en
beneficio de aquellos que tengan votos. Es utópico pensar que las urnas estarán
vacías y, al final, alguien ocupará los cargos.
Cada
quién debe hacerlo de acuerdo con sus principios, convicciones y aspiraciones.
Como todo acto humano, la elección de por quién votar, nos recuerda la
orientación pastora, es una opción moral, no cualquier acto neural o
indiferente. Por ello se apela a la conciencia y a la fe de los cristianos para
que su voto sea consecuente.
ediante
el voto y de acuerdo con las opciones elegidas se puede ayudar a construir u
obstruir el bien común. Recordemos que el Papa Juan XXIII definió al bien común
como el conjunto de condiciones sociales que permiten el desarrollo de todo el
hombre y de todos los hombres. Y este bien común, se ha resaltado desde
entonces, se funda en la dignidad de la persona, de toda persona, independientemente
de cualquier condición de proceso de desarrollo, conocimientos, edad,
productividad, religión o actividad. Y, recientemente, el Papa Benedicto XVI en
su encíclica Caritas in veritati (Amor en la verdad), nos ha recordado los
elementos para la justicia social, no sólo a nivel local sino internacional. El
amor, sí, pero en la verdad del ser de la persona y de la organización social.
Se
nos invita al voto en conciencia. Y la conciencia obliga en toda acción humana.
Y, al mismo tiempo, el obra en conciencia va acompañado de la obligación de
buscar la verdad para poder elegir lo bueno y rechazar lo malo. Siempre somos
llamados a realizar el máximo bien posible y en función de ello debemos elegir.
Sin embargo y esto no pocas veces ocurre en política, en ocasiones se tiene que
elegir el mal menor, si no existe otra opción. Pero nuestro deber es trabajar
por el máximo bien posible.
El
documento de la Arquidiócesis de México, como es lógico, hace referencia a la
dignidad de las personas y el beneficio de éstas en el quehacer político, para
lo cual expresa su preocupación en ámbitos fundamentales:
La
educación. Este es un tema traído y llevado, pero en el que poco avanzamos. Se
hace mucho énfasis en la eficiencia terminal o en la calidad educativa, medida como
cúmulo de conocimientos. Pero se olvida que, antes que nada, se educa en
valores y en virtudes que hacen posible el desarrollo pleno de la persona y su
convivencia social armónica, solidaria, justa y honesta. Los valores son los
que distinguen a quien participa en la construcción justa, segura y pacífica de
la sociedad, de quienes no respetan al prójimo ni sus bienes, propician la
inseguridad y promueven la violencia, que debe seguir combatiéndose. Ese tema
sigue pendiente.
La
familia. El hombre nace y se desarrolla en familia cuando hay un orden social
armónico. Por tanto, el matrimonio entre hombre y mujer es lo natural. La
sociedad, se ha dicho hasta la saciedad, tiene en la familia su célula básica.
Todo lo que la daña, enferma la vida social. Y las familias, como las células
humanas, también se pueden volver cancerígenas. Fomentar las políticas públicas
con perspectiva de familia, es la mejor forma de lograr el México que queremos.
Ello implica el respeto de la vida desde el momento de la concepción y hasta la
muerte natural.
La
promoción económica sustentable. El combate a la pobreza mediante el empleo
debidamente remunerado, la asistencia social subsidiaria sin paternalismo ni
clientelismo y con justicia, reclama reformas jurídicas que no se han realizado
por intereses partidistas, que niegan el desarrollo a quienes hoy piden su
voto. Esta es una forma de corrupción
como otras muchas que nos corroen.
Estos
y otros temas semejantes deben ser condicionantes de nuestro voto. Conviene
escuchar la voz de nuestros pastores.
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