El pasado 27 de noviembre, primer domingo de Adviento, el Cardenal Norberto Rivera Carrera destacó durante la misa del mediodía, que en el “tiempo de Adviento la liturgia nos motivará con un doble movimiento: el primero y el más importante es la "acción" de Dios que sin dejar su trascendencia, baja a la tierra y toma nuestra carne”, para hacerse hombre como nosotros.
“Por otra parte la liturgia provoca nuestra "reacción" para que dejando el sopor de la "noche" de pecado y de soledad, nos abramos a la aurora de "la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”. El amor de Dios que se derrama y la esperanza del hombre que anhela la salvación se encuentran en el corazón del Adviento que en este domingo comenzamos a celebrar”, dijo el Cardenal.
Más adelante, el Arzobispo Primado de México recordó el Evangelio de San Marcos, en el que Jesús narra la parábola de un hombre que, antes de irse de viaje, encarga a los empleados las actividades que le corresponde hacer a cada uno. La invitación de Jesús es para estar vigilantes, pues no se sabe a qué hora llegará el hombre y “la reacción a la llegada del Señor no puede ser la del sueño, la indiferencia o la pereza; la reacción la señala el mismo evangelio: Velen y estén preparados”.
En su homilía, el Prelado aseguró que “el Dios que tanto nos ama y que esperamos, es un Dios sorprendente, sorprendente porque rasga los cielos y desciende no para hacemos una visita ocasional sino para permanecer con nosotros, es el Emmanuel, es el Dios-con nosotros, que pone su morada en medio de nosotros y nos acompaña en nuestro peregrinar”. Luego explicó que Él puede llegar de manera inesperada, puesto que “su presencia no está ligada a momentos privilegiados y lugares especiales. Sorprendente, porque para recibirlo adecuadamente no hay que estar haciendo cosas extraordinarias ni montando espectáculos grandiosos, sino estar en su casa y haciendo lo que debemos hacer”.
“El Señor sorprendente que viene a nosotros pide una reacción sorprendente en los que nos preparamos a recibirlo: sorprendente porque debemos tener una actitud dinámica y de discernimiento de los signos de los tiempos, sin dejarnos llevar por las actitudes o por las ideologías de moda, sin caer en la somnolencia o en la indiferencia frente a lo que acontece en nuestro mundo y sociedad. Sorprendente, para no dejamos llevar por la avalancha de derrotismo, quejumbre y lamentación, sino comprometidos en el presente con lucidez y realismo; vigilantes y trabajando por una sociedad más justa y fraterna que es lo único que puede ayudar a muchas personas a levantar la cabeza y a luchar contra la desesperanza”, agregó el Arzobispo.
Para concluir su mensaje, el Cardenal Rivera aseguró que “La Iglesia siguiendo los pasos de su Maestro "debe ser un amor que busca, un amor sorprendente". Debe buscar caminos nuevos para que el Evangelio y el amor de Dios llegue a donde todavía no ha llegado, llegue a los que por algún motivo pueden perder la esperanza”.
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