Una de las solemnidades que cada año celebra la Iglesia Católica es la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, el 8 de diciembre.
Este día recordamos el dogma de fe (verdad revelada por Dios) que nos indica que la Virgen María fue preservada del pecado desde el momento de su concepción, siendo, además de Jesús, la única persona que no ha nacido con el pecado original.
El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX proclamó este dogma con las siguientes palabras:
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
Las devociones a la Inmaculada Virgen María son numerosas, y entre sus devotos destacan santos como San Francisco de Asís y San Agustín.
El camino para la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María fue trazado por el franciscano Duns Scotto. Se dice que al encontrarse frente a una estatua de la Virgen María hizo esta petición: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata" (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti). Luego se cuestionó algunos aspectos que él mismo contestó:
El primero de ellos le hizo comprender que para Dios sería honroso que su madre naciera sin ninguna mancha. Lo siguiente fue reconocer que Dios lo puede todo y por lo tanto podía hacer que María naciera inmaculada.
La Virgen María es Inmaculada gracias a Cristo, su hijo, puesto que Él iba a nacer de su seno. De esta manera se demuestra cómo Jesús es Salvador en la guarda de Dios con María, y la omnipotencia del Padre se revela como la causa de este don.
La Inmaculada Virgen María nos muestra la necesidad de tener un corazón puro para que el Señor Jesús pueda vivir en nuestro interior y de ahí naciese la Salvación. El consagrarnos a ella nos lleva a que nuestra plegaria sea el medio por el cual se nos revele Jesucristo plenamente y nos lleve al camino por el cual seremos colmados por el Espíritu Santo.
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