El pasado domingo 2 de octubre, antes del rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre la Parábola de los viñadores que se adueñan del viñedo que un hombre les confió para que lo cultivaran y recogieran sus frutos. Los viñadores no reconocieron al hijo del dueño de la viña, lo asesinaron y se negaron a entregar a su señor lo que le correspondía.
Sobre el mensaje dado a conocer por Jesús, en cuya conclusión Él mismo advirtió: "a vosotros se os quitará el Reino de Dios, y se le dará a un pueblo que produzca los frutos debidos", el Santo Padre invitó a pensar en la responsabilidad de quien "en cada época es llamado a trabajar en la viña del Señor, especialmente con un papel de autoridad, y es alentado a renovar la plena fidelidad en Cristo".
El Pontífice agregó que en la parábola, Dios es el señor de las tierras y las viñas y los frutos representan a su pueblo. Luego dijo que también se puede ver a Jesús que "es ‘la piedra que los constructores han rechazado’, porque lo han juzgado enemigo de la ley y peligroso para el orden público, pero Él mismo, rechazado y crucificado, ha resucitado, convirtiéndose en la ‘piedra de ángulo’ donde podemos apoyar con absoluta seguridad los fundamentos de cada existencia humana y del mundo entero".
Más adelante explicó que "Dios tiene un proyecto para sus amigos, pero lamentablemente la respuesta del hombre a menudo se orienta hacia la infidelidad, que se traduce en rechazo" y "el orgullo y el egoísmo impiden reconocer y acoger el don más precioso de Dios: Su propio hijo unigénito".
Seguidamente el Vicario de Cristo llamó a los fieles a permanecer arraigados en la piedra angular que es Cristo, para así permanecer con Él como el tallo "que no puede dar fruto por sí mismo, si no que necesita permanecer en la vid", ya que "Solamente en Él, por Él y con Él se edifica la Iglesia, pueblo de la nueva Alianza".
En su saludo en español, el Papa indicó que esta parábola presenta a Dios como "un agricultor enamorado de su viña, a la cual entrega su corazón, sentimientos, pensamientos, fatigas y desvelos para hacerla más bella y fecunda". "Se nos está invitando así a dar buenos frutos, ya sea como labradores o como viña, pues es nuestro deber devolver a Dios Padre todo lo que somos o lo que tenemos, y que Él nos ha regalado".
Al final de su meditación, el Sucesor de Pedro alentó a la comunidad católica a rezar por todos aquellos que son perseguidos a causa de su fe, encomendando especialmente a cuantos se enfrentan a la violencia y a las amenazas a causa de su amor a Dios.
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