En
la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el pasado domingo 20 de mayo,
a un mes de la beatificación de la Madre María Inés Teresa del Santísimo
Sacramento, el Cardenal Norberto Rivera Carrera agradeció a Dios por la nueva
beata, al tiempo en que recordó que la santidad “es la máxima aspiración que
podemos tener todos los bautizados”, lo cual nos regala una nueva vida en
plenitud, junto a Dios, de quien viene la santidad.
En
su homilía destacó que la celebración de la Ascensión del Señor, refleja el
deseo humano “de trascender, de superarse, de perfeccionarse”. Para explicar
esto, se refirió a la beata Madre María Inés, una religiosa mexicana, de quien
la Iglesia no sólo ha reconocido que está en el cielo, sino que también se ha
aceptado su intercesión a favor de los fieles y que ha sido puesta como “modelo
de vida para todos nosotros los cristianos”, especialmente en su amor a Jesús
Eucaristía y a la Santísima Virgen.
Al
retomar la narración de la Ascensión de Jesús al cielo, el Prelado argumentó
que la nube que cubrió a Jesús, es el símbolo de Dios, lo que manifiesta “la
entrada de Jesús en el seno del Padre, de donde había salido para abajarse y
estar entre los hombres”, y por su nueva condición de resucitado, ahora “está sentado
a la derecha del Padre”, tras haber “tomado posesión de la divinidad que se le
debe por ser el Hijo y se le concede por haber cumplido a plenitud la obra
encomendada por el Padre”. “Esta glorificación máxima de Jesús por la Ascensión
no es sólo su destino personal, sino la meta de todo hombre que quiera seguir
sus huellas como miembro de su cuerpo místico”, añadió.
Luego
exhortó a no quedarse únicamente contemplando a Jesús, como lo hicieron los
discípulos cuando se quedaron viendo al cielo, porque “Ser cristiano es tomar
el relevo de Jesús, “que pasó por la tierra haciendo el bien” material y
espiritual. Ser cristiano es ser el
cuerpo de Cristo hasta que Él vuelva.
Ser cristiano es tomar en serio y con alegría el mandato de Jesús que
sube al cielo” y cumpliendo su mandato de ir a proclamar su Evangelio por todo
el mundo. Por último, el Cardenal señaló que la fiesta de la Ascensión “es la
fiesta de la esperanza, de nuestra más grande esperanza” que es la de reunirse
con Dios, y éste objetivo se puede lograr adquiriendo el compromiso de dar
testimonio.
En
la celebración presidida por el Arzobispo de México, concelebró Mons. Pedro
Agustín Rivera, fundador de Familia Eucarística y el P. Alfredo Delgado Rangel,
sacerdote de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal; además asistió
un grupo de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en compañía de su
Superiora General, la Madre Julia Meijueiro Morosini, quienes obsequiaron al
Cardenal Norberto Rivera y a la Catedral, una reliquia de primer grado junto
con una imagen de la fundadora de su congregación, mismas que serán puestas a
veneración en éste recinto.
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