miércoles, 18 de enero de 2012

Semana de oración por la unidad de los cristianos


Bajo el lema “Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo” (Cf. 1 Co 15,51-58), los fieles estamos llamados a celebrar una semana de oración, ya que del 18 al 25 de enero de este año, pediremos por la unidad de los cristianos.

La Semana de oración reúne a innumerables congregaciones, parroquias y cristianos de diferentes familias confesionales de todo el mundo para orar juntos en celebraciones ecuménicas especiales. Cada año un grupo de asociados de una región prepara un texto sobre un tema bíblico. Luego un grupo internacional de participantes protestantes, ortodoxos y católicos, asistidos por el Consejo Mundial de Iglesias, edita el texto, que es publicado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos en el Vaticano y el Consejo Mundial de Iglesias.

La edición final es enviada a las iglesias miembros y las diócesis católicas romanas, a quienes se invita a traducir el texto y contextualizarlo para su propio uso.

El tema de este año, "Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo", se basa en la primera epístola del apóstol Pablo a los corintios, en que se promete la transformación de la vida humana, con toda su dimensión aparente de "triunfo" y "derrota", a través de la victoria de la resurrección de Cristo.

Cuando los discípulos de Jesús discutían sobre "quién era el más importante" (Mc9,34), se mostraba claramente que este impulso era fuerte. Pero la reacción de Jesús era muy sencilla: "si alguno quiere ser el primero, colóquese en último lugar y hágase servidor de todos" (Mc9,35). Estas palabras hablan de victoria a través del servicio mutuo, ayudando, incrementando la autoestima de los "últimos", los olvidados, los excluidos. Para todos los cristianos la mejor expresión de este servicio humilde es Jesucristo, su victoria sobre la muerte y su resurrección.

Es en su vida, sus actos, su enseñanza, su sufrimiento, su muerte y su resurrección donde queremos buscar inspiración para una vida moderna victoriosa de fe que se expresa a través del compromiso social en un espíritu de humildad, servicio y fidelidad al Evangelio. Y mientras aguardaba el sufrimiento y la muerte que se avecinaba, oró por sus discípulos, para que sean uno y el mundo crea. Esta "victoria" es posible sólo a través de la transformación espiritual y la conversión. Por esta razón consideramos que el tema de nuestras meditaciones deben ser esas palabras del Apóstol de las Naciones. Se trata de lograr una victoria que integre a todos los cristianos en el servicio de Dios y del prójimo.

Mientras oramos y nos esforzamos por la plena unidad visible de la Iglesia, nosotros mismos -y las tradiciones a las que pertenecemos -seremos transformados y configurados a Cristo. La unidad por la que oramos podrá exigir la renovación de algunas formas de vida eclesial que nos son familiares. Se trata de una perspectiva fascinante pero que nos puede dar cierto temor. La unidad por la que oramos no es una noción "cómoda" de amistad y cooperación. Requiere una voluntad de dejar de competir entre nosotros. Tenemos que abrirnos unos a otros, dar dones a los demás y recibir los dones que nos dan los otros, con el fin de poder verdaderamente entrar en la nueva vida en Cristo, que es la única verdadera victoria.

Hay sitio para todos en el plan de salvación de Dios. A través de su muerte y resurrección Cristo abarca a todos, independientemente de ganar o perder, "para que todo el que cree en él tenga la vida eterna" (Jn3,15). ¡Nosotros también podemos participar en su victoria! Basta con creer en Él y nos será más fácil vencer el mal con el bien.

A lo largo de estos ocho días, se nos invita a reflexionar sobre un aspecto distinto, de tal manera que el día primero se meditará sobre ser “Transformados por Cristo Servidor. El hijo del hombre ha venido para servir” (cf. Mc10,45); el segundo día: “Transformados por la espera paciente del Señor. Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto”(Mt3,15); el tercer día: “Transformados por el Siervo doliente. Cristo padeció por nosotros” (cf. 1Pe 2,21); el cuarto día: “Transformados por la victoria del Señor sobre el mal. Vence al mal a fuerza de bien” (Rm 12,21); el quinto día: “Transformados por la paz de Cristo resucitado. Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: la paz esté con vosotros” (Jn 20,19); el sexto día: “Transformados por el amor inconmovible de Dios. Nuestra fe es la que vence al mundo” (cf. 1Jn 5,4); el séptimo día: “Transformados por el Buen Pastor. Apacienta mis ovejas” (Jn 21,17); y el octavo día: “Reunidos en el Reino de Cristo. Al vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí” (Ap 3,21).






No hay comentarios:

Publicar un comentario