PREPARA LA MISA DEL
DOMINGO
14-08-10 LECTIO DIVINA DOMINICAL. Mt 14,22-33.
EL SEÑOR JESÚS, ESTÁ EN
MEDIO DE LA TORMENTA. “¡Ánimo, no tengan miedo, soy Yo!” La Fe en Jesucristo le
da rumbo a nuestra vida. La Fe en Jesús, nos da alegría, gozo y paz. La Fe en el Salvador nos fortalece y nos ayuda a
mantenernos firmes y seguros, a pesar de los problemas y las dificultades de la
vida. La fe no es sólo para cuando tenemos algún problema o dificultad. La fe
es para todos los días y todos los instantes de nuestra existencia. Jesús se
mantiene en oración por sus apóstoles y por todos los que creerán en Él, por el
testimonio de ellos (cf. Jn 17,20). En el fragmento del Evangelio de hoy, Mateo
señala que Jesús, físicamente no estaba con sus discípulos, cuando la barca en
la que iban es zarandeada por las olas. Sin embargo, aunque no lo veían, Jesús
estaba con ellos, pues los tenía en su oración. Los discípulos, ante lo
inmediato, tienen miedo, se llenan de pánico. En medio de la tormenta, Jesús se
les acerca, caminando sobre las olas. No lo reconocen porque el miedo les nubla
la fe. Su miedo se incrementa y gritan. ¡Lo confunden con un fantasma! Cuando
en medio de sus gritos, oyen a Jesús, Quien les dice "¡Ánimo, soy Yo, no
tengan miedo!", un poco de paz llega a sus corazones, pero su confianza
todavía no es total.
Lleno de “valor humano” pero no de fe, Pedro quiere caminar sobre las aguas. Le llama la tención lo extraordinario, también “él quiere caminar sobre el agua” y para hacerlo dirá: Señor, mándame ir a Ti (cf. Mt 14, 28). Deja la barca y al hacerlo, se llena de miedo y ve que se hunde. Pide auxilio a Jesús “Señor, sálvame”. Él lo toma de la mano y le dice. "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?". Lo saca del agua, suben a la barca, el viento y las aguas se calman. Ante este hecho, la fe de los discípulos se fortalece y postrándose ante Jesús, lo reconocen como el “Hijo de Dios”.
Este pasaje, nos muestra el proceso de la fe. No basta decir: “yo creo en Jesús”, “yo soy católico”, “te seguiré Señor”. Es necesario mantenerse en la confianza en Dios en medio de los problemas personales y familiares, los errores de la Iglesia y el mal del mundo. No basta ser como “flor de un día” lleno de entusiasmo hoy y “desinflado” al día siguiente. No es suficiente alabar todo en el grupo parroquial, en la comunidad, en el párroco o el Papa y poco tiempo después ser de los principales detractores. No basta decir “te quiero” y luego hablar mal del prójimo. No es suficiente tener la foto de la boda y luego estar en pleitos, desavenencias o llegar al divorcio. No basta…
Como los discípulos de Jesús, los que estamos en la Iglesia (representada por la barca) y en el mundo (representado por el mar), si no tenemos nuestra fe, bien cimentada en Cristo, los problemas, las mentiras, los chismes, la economía, el hedonismo, el relativismo y otras cosas más (que son representados por el viento y la olas) nos pueden llevar a olvidarnos que somos de Cristo, que Él ora por nosotros y que con nosotros está. Sin esa certeza, algunos se alejarán y perderán el rumbo, se enfriarán en su fe. Los que perseveran, aprenderán a no perder la calma, a tener paz en sus corazones y a fortalecer la fe de los demás.
La enseñanza de este pasaje es clara: conservar siempre la fe, no desesperarse por nada, mantener siempre la calma, actuar siempre de acuerdo a las enseñanzas de Cristo. Lo fundamental y que nunca debe de olvidársenos es que JESÚS, SIEMPRE ESTÁ CON NOSOTROS, AUNQUE NO LO VEAMOS. Aunque la barca se mueva y el mar esté agitado, nunca perder la calma. EL SEÑOR JESÚS ESTÁ SIEMPRE CON NOSOTROS. Recordemos a Santo Domingo de Guzmán, que al igual que muchos santos, consciente de la presencia de Cristo en su vida, era un nombre ecuánime, de corazón alegre y lleno paz, su rostro revelaba la placidez y armonía de su espíritu y su amabilidad y servicio para con todos. Así debemos ser también nosotros.
Revisemos el itinerario de la fe. Reconozcamos las maneras en las que Cristo ha estado con nosotros: Cuando éramos pequeños, en nuestra adolescencia y vida adulta, en nuestra soltería y matrimonio. Démosle gracias, porque en medio de infinidad de tormentas que hemos pasado, Él ha estado con nosotros y nuestra fe se ha fortalecido.
Señor, dame la gracia de experimentar diariamente tu presencia en mi vida y en todo lo que me rodea, de tal manera que a pesar de que las personas y las circunstancias que me rodean, no son como “yo pienso o deseo que sean”, pueda reconocer que tu amor es más grande que todo y todos los días crezca en la fe y en tu amor, para mantenerme firme en mi decisión de colaborar en la construcción de tu Reino, en medio de las calamidades y los errores y pecados del mundo, pues sólo así, en medio de la obscuridad, podré llevar tu luz; en medio de la tormenta, tu calma; en medio de la guerra, tu paz; en medio de la maldad tu bondad, en medio del resentimiento tu perdón y en medio del odio, tu amor.
Lleno de “valor humano” pero no de fe, Pedro quiere caminar sobre las aguas. Le llama la tención lo extraordinario, también “él quiere caminar sobre el agua” y para hacerlo dirá: Señor, mándame ir a Ti (cf. Mt 14, 28). Deja la barca y al hacerlo, se llena de miedo y ve que se hunde. Pide auxilio a Jesús “Señor, sálvame”. Él lo toma de la mano y le dice. "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?". Lo saca del agua, suben a la barca, el viento y las aguas se calman. Ante este hecho, la fe de los discípulos se fortalece y postrándose ante Jesús, lo reconocen como el “Hijo de Dios”.
Este pasaje, nos muestra el proceso de la fe. No basta decir: “yo creo en Jesús”, “yo soy católico”, “te seguiré Señor”. Es necesario mantenerse en la confianza en Dios en medio de los problemas personales y familiares, los errores de la Iglesia y el mal del mundo. No basta ser como “flor de un día” lleno de entusiasmo hoy y “desinflado” al día siguiente. No es suficiente alabar todo en el grupo parroquial, en la comunidad, en el párroco o el Papa y poco tiempo después ser de los principales detractores. No basta decir “te quiero” y luego hablar mal del prójimo. No es suficiente tener la foto de la boda y luego estar en pleitos, desavenencias o llegar al divorcio. No basta…
Como los discípulos de Jesús, los que estamos en la Iglesia (representada por la barca) y en el mundo (representado por el mar), si no tenemos nuestra fe, bien cimentada en Cristo, los problemas, las mentiras, los chismes, la economía, el hedonismo, el relativismo y otras cosas más (que son representados por el viento y la olas) nos pueden llevar a olvidarnos que somos de Cristo, que Él ora por nosotros y que con nosotros está. Sin esa certeza, algunos se alejarán y perderán el rumbo, se enfriarán en su fe. Los que perseveran, aprenderán a no perder la calma, a tener paz en sus corazones y a fortalecer la fe de los demás.
La enseñanza de este pasaje es clara: conservar siempre la fe, no desesperarse por nada, mantener siempre la calma, actuar siempre de acuerdo a las enseñanzas de Cristo. Lo fundamental y que nunca debe de olvidársenos es que JESÚS, SIEMPRE ESTÁ CON NOSOTROS, AUNQUE NO LO VEAMOS. Aunque la barca se mueva y el mar esté agitado, nunca perder la calma. EL SEÑOR JESÚS ESTÁ SIEMPRE CON NOSOTROS. Recordemos a Santo Domingo de Guzmán, que al igual que muchos santos, consciente de la presencia de Cristo en su vida, era un nombre ecuánime, de corazón alegre y lleno paz, su rostro revelaba la placidez y armonía de su espíritu y su amabilidad y servicio para con todos. Así debemos ser también nosotros.
Revisemos el itinerario de la fe. Reconozcamos las maneras en las que Cristo ha estado con nosotros: Cuando éramos pequeños, en nuestra adolescencia y vida adulta, en nuestra soltería y matrimonio. Démosle gracias, porque en medio de infinidad de tormentas que hemos pasado, Él ha estado con nosotros y nuestra fe se ha fortalecido.
Señor, dame la gracia de experimentar diariamente tu presencia en mi vida y en todo lo que me rodea, de tal manera que a pesar de que las personas y las circunstancias que me rodean, no son como “yo pienso o deseo que sean”, pueda reconocer que tu amor es más grande que todo y todos los días crezca en la fe y en tu amor, para mantenerme firme en mi decisión de colaborar en la construcción de tu Reino, en medio de las calamidades y los errores y pecados del mundo, pues sólo así, en medio de la obscuridad, podré llevar tu luz; en medio de la tormenta, tu calma; en medio de la guerra, tu paz; en medio de la maldad tu bondad, en medio del resentimiento tu perdón y en medio del odio, tu amor.
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