miércoles, 9 de julio de 2014

“Jóvenes Discípulos y Misioneros del Evangelio de la Vida”

Encuentro Nacional de Jóvenes Líderes por la Vida, Ciudad de México, Junio 2014.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz





Cuando Dios toma nuestra naturaleza humana, está diciendo que la vida del ser humano es importante para Él.

Hoy gracias a la ciencia y la tecnología podemos saber que la vida comienza desde el momento de la concepción. La concepción es divina, ciertamente intervienen el hombre y la mujer, nuestros padres; sin embargo todo ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, todos somos un pensamiento del amor de Dios.

El Señor Jesús siempre va a tener una relación muy directa entre el hombre y Él y esto lo podemos constatar cuando nos dice “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).

Y cuando hablamos de la vida, hablamos de ella en dos dimensiones: La vida terrena y la vida eterna. Entre ser cristiano o no, hay una gran diferencia, porque mi reto como cristiano es constantemente ser mejor, alcanzar la altura de Cristo, mi reto es amar aunque yo sea despreciado, condenado e incluso asesinado. Esta es la enseñanza del Señor Jesús, que aún en la cruz dijo: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

En una ocasión una periodista me preguntó que por qué nosotros nos manifestamos a favor de la vida y no en contra de los abortistas y yo le contesté: “Porque ellos son mis hermanos”; ellos piensan diferente a mí, pero son mis hermanos; no son mis enemigos. Tal vez ellos me podrán ver como su enemigo pero para mí son mis hermanos, quizá algún día puedan abrir su corazón a la razón y a la fe.

Juan Pablo II en su encíclica "El Evangelio de la Vida”, dice que el niño en el vientre materno es el ser más indefenso so porque no tiene la posibilidad de emitir ni siquiera un grito o un gemido pidiendo compasión o auxilio, no tiene ningún lugar donde pueda escabullirse. Entonces el vientre materno, lugar que debería ser cuna de la vida, se convierte en el paredón donde se asesina al ser humano.

El Señor Jesús también nos dirá: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Ojalá todos podamos entender que hemos sido creados para la felicidad y estamos llamados a hacer felices también a aquellos que nos rodean; pero para alcanzar esta felicidad tengo que tener a Cristo en mi corazón.

Nuestra vida, no es simplemente para que se acabe y terminemos en un hoyo o una urna. Nuestra vida es hacia la eternidad.

Queridos jóvenes: El discípulo es aquél que ha decidido seguir a Jesús, pero es el Señor Jesús el que llama, y llamó a a los que Él quiso. Ciertamente hay una respuesta libre de parte de nosotros. Nos llamó a la vida, porque este es nuestro aquí y ahora. Esta es tu oportunidad para hacer el plan de Dios. Nosotros no estamos aquí por nuestras capacidades o porque somos los mejores, no, estamos porque Él quiso que aquí estuviéramos

Para ser discípulos de Jesús primero hay que saber estar con Él. San Pablo nos dice que nuestra lucha no sólo es contra los poderes de esta tierra, pero aunque así lo fuera, para poder vencer al mundo, necesitamos de la presencia de Dios. Nuestra lucha es para toda la vida, para poder presentar la verdad, y nuestra lucha también es con nosotros mismos para que no caigamos en el error. Tenemos que perseverar, no es fácil, pero al mismo tiempo es profundamente gratificante. La obra es de Dios, no es nuestra, lo que tenemos que pedirle es la perseverancia.


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