SIN TI, EL ORGULLO, EL MIEDO Y EL PECADO, ME
DOMINAN
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio del domingo 27 de octubre del 2013. XXX Domingo Ordinario
Evangelio: Lucas 18, 9-14. En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al Cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."
LECTURA: Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, haz un poco de silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN. Este fragmento del Evangelio, según san Lucas, sitúa al Señor Jesús, ante algunos que se “sentían justos y seguros de sí mismos, que despreciaban a los demás”. La parábola, con la que Jesús los instruye cuenta, como personajes, con dos hombres que hacen oración y con Dios mismo. Dios es Quien escucha a los que oran. La invitación de Jesús, para su audiencia es que sean sencillos y que de esa manera manifiesten las intenciones de su corazón. Ciertamente este pasaje evangélico, en pocas palabras nos lleva a reflexionar sobre la oración, la autenticidad de vida, la humildad ante Dios y la soberbia humana, y nos da pistas para orar auténticamente, ser libres y felices, por haber sido escuchado por Dios y por ser sencillos ante Él y los demás. Si observamos a detalle, nos damos cuenta que el Señor Jesús, nos invita a centrar nuestra vida en Dios y en mantenernos en un diálogo sincero con Él, a través de la oración, para poder llegar a ser felices y a ser santos; porque a fin de cuentas, el hombre orgulloso, a través de su desprecio, manifiesta su infelicidad, mientras que el hombre sencillo, al encontrarse con Dios, vive en paz.
ORACIÓN: Guardo silencio, reflexiono sobre lo que medité y hago mi oración propia, lo que sigue sólo es una guía: Señor, en humildad tengo que reconocer que, yo, perdido en la inmensidad del universo y en medio de más de 7 mil millones de personas, soy muy pequeño y débil. Tengo que aceptar que necesito de los demás para vivir y ser feliz y que ¡esto te incluye a Ti! Tengo que admitir que mi naturaleza herida me hace propenso al pecado, que me fractura en mi interior, rompe mi relación con los demás, hace que vea lo que me rodea como contrario a mí y que sobre todo, viva separado de Ti. Tengo que aceptar que sin Ti, el orgullo, el miedo y el pecado, me dominan.
Te doy gracias, Padre, porque en Jesús te manifiestas como Dios lleno de misericordia y me ofreces tu perdón y tu amor, para que entienda cuánto me amas y que sólo Tú bastas.
Jesús, amado por Ti ¿qué necesito? ¡NADA!, solo Tú bastas. Concédeme pues, buscarte y encontrarte en la oración, experimentar tu amor y reconocer mi indignidad, para que redimido por Ti, restablezca mi individualidad fracturada, sane mis relaciones y vea a la sociedad y a lo que me rodea, como signos de tu amor y medios para llegar a Ti. Señor Jesús, haz que mi corazón sea como el tuyo, manso y humilde, para experimentar el amor de Dios Padre y movido por el Espíritu Santo, viva y comparta, tu amor y la fe en Ti.
CONTEMPLACIÓN: El orgullo y la soberbia, así como la injustica e infelicidad del fariseo, aún hoy, son notorias en muchas personas y tengo que aceptar que en más de alguna ocasión, quizás muchas, han estado presentes en mí. Los efectos de estas actitudes se manifiestan en las injusticias que nos rodean y la causa principal es la falta de una auténtica relación con Dios. Hay quienes niegan a Jesús, lo rechazan e inútilmente lo persiguen, pero también hay quienes dicen que creen en Él, “hacen oración” y actúan como si Él no existiera. Ambos tipos de personas, no sólo se hacen daño, perjudican a los demás, a quienes no ven como a su prójimo, sino como a alguien de quien se puede aprovechar o por lo menos hacer sentir mal. En cambio, quienes, en la oración se encuentran con Jesús, tienen paz en su corazón y a pesar de las adversidades, dan amor y se mantienen en el esfuerzo de hacer mejores sus vidas y este mundo, procurando el bien común, porque su corazón se ha llenado del amor de Dios. Para experimentar el amor de Dios, ser redimidos, servir a los demás y ser felices, necesitamos orar, recordemos lo que el Papa Francisco nos ha dicho: “la oración perseverante es expresión de la fe en un Dios que nos llama a combatir con Él, cada día, cada momento, para vencer el mal con el bien” (PAPA FRANCISCO. Ángelus. 13-10-20)
ACCIÓN: Incrementaré mi tiempo de oración. Si no sé orar, aprenderé. En la oración me sumergiré en el amor de Dios y haré momentos de silencio para escucharlo, fortalecerme y hacer su voluntad.
Para fortalecer mi intención de tener un corazón humilde, redimido y sencillo para amar, oraré con el siguiente (u otro) canto.
Gracias quiero darte por amarme, gracias quiero darte yo a Ti, Señor.
Hoy soy feliz porque te conocí; gracias por amarme a mí también
Yo quiero ser, Señor amado, como el barro en manos del alfarero,
toma mi vida, hazla de nuevo, yo quiero ser un vaso nuevo
Te conocí y te amé, te pedí perdón y me escuchaste;
si te ofendí, perdóname Señor, pues te amo y nunca te olvidaré
Yo quiero ser, Señor amado, como el barro en manos del alfarero,
toma mi vida, hazla de nuevo, yo quiero ser un vaso nuevo
Si deseas hacer algún comentario puedes escribirme a
evangelizarorando@yahoo.com.mx
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