LA ALEGRÍA DE LA FE, CONFIADA Y ACTIVA
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio del domingo 6 de octubre del 2013. XXVII Domingo Ordinario
Evangelio: Lucas 17, 5-10. En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: "Auméntanos la fe." El Señor contestó: "Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: 'Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.""
LECTURA: Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, has un poco de silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN. Los apóstoles le piden a Jesús “auméntanos la fe” y Él les responde, pidiéndoles “confianza” con la imagen de un árbol que se moverá: Luego les pone la imagen del criado que sirve y que es una persona en “acción”, por lo que el Señor Jesús, a través de estas imágenes les está señalando que para que la fe se incremente debe de ser dinámica. Es curioso, pero en nuestra mentalidad, quizá un tanto conformista, tener fe, implica ser una persona tranquila, que deja que las cosas sucedan, en cambio, en la mentalidad de Jesús y la de la Iglesia, particularmente explicitada en la predicación y el dinámico testimonio del Papa Francisco, la fe es un proceso activo, vigoroso, en el que se entrega la vida y se experimenta la alegría de dar todo sin esperar ninguna otra recompensa, más que la Gloria de Dios, que es lo único que hay que buscar. Por eso el trabajo generoso, incluso agotador pero altamente gratificante de la evangelización, nos lleva a expresar, “Siervo pobre soy, no he hecho más que lo que tenía que hacer”.
La palabra confiar (confidere) significa tener una fe activa, vivir con fe. La alegría de la Fe, confiada y activa, no está en lo que se hace sino por Quien y para Quien se hace: Dios, porque en el trabajo misionero y evangelizador, en nuestra vida diaria, no estamos solos, sino acompañados por Jesús y fortalecidos por el Espíritu Santo, para la Gloria del Padre. Nuestra alegría no sólo está en el servicio; también y sobre todo, lo está en trabajar, en, por y con Jesucristo que nos llama, prepara, envía y acompaña. Esto es lo que experimentó san Pablo y por eso dirá “sé en Quien he confiado” (2 Tm 1,12) y también dirá “todo lo puedo en Aquel que me fortalece” (Flp 4,13).
La fe crece y se fortalece en unión y bajo la guía de la Iglesia. La fe no es solo mi respuesta personal a Dios, es también comunitaria y podemos decir que se fortalece y autentifica, si la hago vivencial en comunión con la Iglesia, quien es Madre y Maestra, que nos enseña y nos guía. La fe sin la Iglesia se empobrece. En lo personal, para crecer en la fe me ayudan mucho las enseñanzas del Papa, el testimonio de los santos y la cercanía de tantos hermanos que domingo a domingo, y también entre semana, se acercan a mí para manifestar, con su presencia, palabras y acciones: su amor a Dios, su devoción a la Virgen María y a los santos, así como su solidaridad con los más necesitados.
Quienes pretende vivir su “su fe” sin la iglesia, sin los sacerdotes, sin los sacramentos, sin la Misa dominical, se engañan o su soberbia les impide ver que su fe se empobrece y se ha desviado o está a punto de perderse.
La fe no se reduce a un conjunto de ideas, pensamientos o ritos. La fe brota del encuentro con una persona: Jesucristo, nuestro Señor, por eso la Fe, que “actúa confiadamente” requiere del trato continuo con Jesús, a través de las “visitas frecuentes” al Santísimo, de la oración, de la confesión, de la comunión, del servicio al hermano, especialmente al más necesitado; también requiere del esfuerzo diario de vivir, como dice el Papa Francisco, “a contra corriente” de la “mundanalidad”, construyendo el Reino de Dios en los ambientes y en “las periferias” donde desarrollamos nuestra vida.
Para fortalecer nuestra fe, vale la pena, hacer vida, lo que Pablo recomienda en la 2ª lectura de este día (2 Tm 1, 6-8. 13-14) “Querido hermano: Reaviva el don de Dios, que recibiste… porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor… Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas y vive con fe y amor en Cristo Jesús. Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”.
ORACIÓN: Guardo silencio, reflexiono sobre lo que medité y hago mi oración propia, lo que sigue sólo es una guía: Señor, gracias por el don de la fe. “Creo, pero aumenta mi fe”, para que experimente tu presencia amorosa, para que comparte la alegría de saber que me amas y me invitas a ser tu testigo. Creo Señor y aumente mi fe, para que sea coherente en mi forma de pensar, hablar y actuar, para dar testimonio de mi fe en Ti, Señor.
Jesús, creo y aumenta mi fe, para estar siempre al servicio de los demás; concédeme una fe activa que deje la pasividad en la que he vivido. Dame una fe que “haga ruido”, que vaya a “contra corriente de la mundalidad”; una fe que no sea “light” ni un “licuado” sino una expresión de tu presencia en mí y de mí en Ti.
CONTEMPLACIÓN: Vale la pena guardar un momento de silencio para contemplar lo que hemos leído, meditado y orado, para que experimentes la alegría, no sólo de responder a lo que Dios te pide, sino también para que experimentes su presencia con la que Él te responde. Piensa en lo que has hecho y piensa cuanto más y mejor podrías haber sido si lo hubieras realizado, teniendo conciencia clara de la presencia de Dios en tu vida. Piensa que cosas seguirás haciendo para Gloria de Dios, y en todo lo que emprendas, dile: Señor Jesús, creo pero aumenta mi fe”.
ACCIÓN: Memoriza este canto:
Si vienes conmigo y alientas mi fe, si estás a mi lado, ¿a quién temeré? (bis)
A nada tengo miedo, a nadie he de temer, Señor, si me protegen tu amor y tu poder.
Me llevas de la mano, me ofreces todo bien; Señor, Tú me levantas si vuelvo a caer.
¡Qué largo mi camino! ¡Qué hondo mi dolor! Ni un árbol me da sombra, ni escucho una canción.
¿Será que a nadie puedo mirar ni sonreír? Señor, Tú sólo quedas, Tú sólo junto a mí.
En cosas que se mueren yo puse el corazón. Fue tierra mi tesoro, fue vana mi ilusión.
En cosas que se mueren me voy muriendo yo. Tú sólo vives siempre, Tú sólo, mi Señor.
Si deseas hacer algún comentario puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Familia Eucarística
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