LA JURA DEL PATRONATO
1737
Roberto Mora Parra
“¿No estás bajo mi sombra?”, “¿No soy yo tu salud?”, “¿No
estoy yo aquí que soy tu madre?”
Estas
fueron las dulces palabras que la Santísima Virgen dijo a Juan Diego la mañana
12 de diciembre cuando se encontraba atribulado por la enfermedad de su tío,
quedando de manera latente que Santa María de Guadalupe sería nuestra
protectora.
Corría
el año de 1736, cuando comenzó en las inmediaciones del Pueblo de Tacubaya una
epidemia de Tifoidea que poco a poco comenzó a extenderse por toda la ciudad.
La epidemia llevaba por nombre Mathlazáhuatl cuya etimología es indígena y
significa “la que deja hoyos en la piel”.
A
principios de 1737 la epidemia seguía extendiéndose y cobrando la vida de miles
de personas. Los panteones fueron insuficientes, siendo necesario arrojar en
zanjas muy profundas los cuerpos en las afueras de la ciudad, por San Lázaro.
Muchas
fueron las acciones que llevaron a cabo las autoridades del Virreinato como la
Real Audiencia el Ayuntamiento y el Clero Catedral para ayudar en la extinción
de dicha epidemia.
Viendo
que la mano humana era insuficiente, el Cabildo de la Catedral junto con
representantes del gobierno, presentaron al Virrey Arzobispo Juan Antonio de
Vizarron y Eguiarreta un proyecto de recurrir a los medio divinos para buscar
una solución a dicha desgracia.
El
Cabildo solicitó al Virrey Arzobispo que se realizara un novenario solemne en
honor de Nuestra Señora de Loreto, pero la epidemia continuaba, entonces el
Virrey autorizó a la Virgen de los Remedios.
El
conde del Valle propuso entonces que la Imagen milagrosa de Nuestra Señora de
Guadalupe fuera llevada a la Catedral, pues se sabía que la epidemia no había
invadido a la Villa de Guadalupe.
No
fue posible hacer la procesión al momento y decidieron realizar el novenario en
el Santuario. En el novenario participaron todas las congregaciones religiosas
así como las autoridades civiles.
Al
término de este novenario, en febrero se acordó votar a la virgen como Patrona.
Fueron nombrados para dicho acto por parte del ayuntamiento a Felipe Cayetano de Medina y al Lic. Francisco de Aguirre y
por parte del cabildo eclesiástico al Doctor Alonso Moreno y Castro, Deán de la
Catedral y Bartolomé de Ita y Parra,
Canónigo de la Catedral y con el parecer del Arzobispo se dio como fecha para
la Jura el sábado 27 de abril a las 10
de la mañana para que los diputados
comparecieran para realizar dicho patronato.
El
Arzobispo-Virrey cayó enfermo y debido al delicado estado de salud que tenía,
la jura se hizo en la Capilla Real del Palacio Virreinal. En la capilla se
ubicó al centro, después de una breve oración, el excelentísimo Señor Arzobispo,
al lado derecho se encontraron los comisionados del Cabildo Eclesial y del
izquierdo los representantes del Ayuntamiento.
Entonces
fue nombrada como Patrona de toda la Nueva España a Santa María de Guadalupe,
jurando guardar perpetuamente el 12 de diciembre de cada año y entre otras cosas, recurrir a la Sagrada
Congregación de Ritos para la confirmación de la festividad y del patronato que
recién se había realizado.
Habiendo
aprobado todo lo anterior, durante el mes de mayo se festejó en toda la ciudad
el patronato. El 25 de mayo tuvo lugar una fastuosa procesión en las calles más
importantes de la ciudad hasta la catedral metropolitana, recorriendo así, bajo
rico palio, la Santísima Virgen, las
calles asoladas por la epidemia, pero llenas de fervor en su divina
intervención.
Anunciado
el Patronato durante la misa del día siguiente, se hizo notar que el alivio por
fin había comenzado en la ciudad y poco después cesó en su totalidad dicha
epidemia.
Así
vemos una de las divinas intervenciones que nuestra Señora de Guadalupe hace a
favor de su pueblo, recordando que Ella pedía una casita para en ella mostrar y
dar todo su amor y protección a quien lo pidiera.
Los
exhorto a que cuando nos encontremos en
algún problema o situación difícil pidamos con el corazón a tan dichosa Madre y
verán como poco a poco encontraremos fin
a nuestras dificultades, “Pues en Guadalupe se halla remedio a nuestra
aflicciones libradnos –oh pues Señora- de la peste y los temblores-“.
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