lunes, 9 de julio de 2012


LA JURA DEL PATRONATO 1737
Roberto Mora Parra

“¿No estás bajo mi sombra?”, “¿No soy yo tu salud?”, “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”

Estas fueron las dulces palabras que la Santísima Virgen dijo a Juan Diego la mañana 12 de diciembre cuando se encontraba atribulado por la enfermedad de su tío, quedando de manera latente que Santa María de Guadalupe sería nuestra protectora.

Corría el año de 1736, cuando comenzó en las inmediaciones del Pueblo de Tacubaya una epidemia de Tifoidea que poco a poco comenzó a extenderse por toda la ciudad. La epidemia llevaba por nombre Mathlazáhuatl cuya etimología es indígena y significa “la que deja hoyos en la piel”.

A principios de 1737 la epidemia seguía extendiéndose y cobrando la vida de miles de personas. Los panteones fueron insuficientes, siendo necesario arrojar en zanjas muy profundas los cuerpos en las afueras de la ciudad, por San Lázaro.

Muchas fueron las acciones que llevaron a cabo las autoridades del Virreinato como la Real Audiencia el Ayuntamiento y el Clero Catedral para ayudar en la extinción de dicha epidemia.

Viendo que la mano humana era insuficiente, el Cabildo de la Catedral junto con representantes del gobierno, presentaron al Virrey Arzobispo Juan Antonio de Vizarron y Eguiarreta un proyecto de recurrir a los medio divinos para buscar una solución a dicha desgracia.

El Cabildo solicitó al Virrey Arzobispo que se realizara un novenario solemne en honor de Nuestra Señora de Loreto, pero la epidemia continuaba, entonces el Virrey autorizó a la Virgen de los Remedios.

El conde del Valle propuso entonces que la Imagen milagrosa de Nuestra Señora de Guadalupe fuera llevada a la Catedral, pues se sabía que la epidemia no había invadido a la Villa de Guadalupe.

No fue posible hacer la procesión al momento y decidieron realizar el novenario en el Santuario. En el novenario participaron todas las congregaciones religiosas así como las autoridades civiles.

Al término de este novenario, en febrero se acordó votar a la virgen como Patrona. Fueron nombrados para dicho acto por parte del ayuntamiento  a Felipe Cayetano  de Medina y al Lic. Francisco de Aguirre y por parte del cabildo eclesiástico al Doctor Alonso Moreno y Castro, Deán de la Catedral  y Bartolomé de Ita y Parra, Canónigo de la Catedral y con el parecer del Arzobispo se dio como fecha para la Jura el sábado 27 de abril  a las 10 de la mañana para que los diputados  comparecieran para realizar dicho patronato.
El Arzobispo-Virrey cayó enfermo y debido al delicado estado de salud que tenía, la jura se hizo en la Capilla Real del Palacio Virreinal. En la capilla se ubicó al centro, después de una breve oración, el excelentísimo Señor Arzobispo, al lado derecho se encontraron los comisionados del Cabildo Eclesial y del izquierdo los representantes del Ayuntamiento.

Entonces fue nombrada como Patrona de toda la Nueva España a Santa María de Guadalupe, jurando guardar perpetuamente el 12 de diciembre de cada año y  entre otras cosas, recurrir a la Sagrada Congregación de Ritos para la confirmación de la festividad y del patronato que recién se había realizado.

Habiendo aprobado todo lo anterior, durante el mes de mayo se festejó en toda la ciudad el patronato. El 25 de mayo tuvo lugar una fastuosa procesión en las calles más importantes de la ciudad hasta la catedral metropolitana, recorriendo así, bajo rico palio,  la Santísima Virgen, las calles asoladas por la epidemia, pero llenas de fervor en su divina intervención.

Anunciado el Patronato durante la misa del día siguiente, se hizo notar que el alivio por fin había comenzado en la ciudad y poco después cesó en su totalidad dicha epidemia.

Así vemos una de las divinas intervenciones que nuestra Señora de Guadalupe hace a favor de su pueblo, recordando que Ella pedía una casita para en ella mostrar y dar todo su amor y protección a quien lo pidiera.

Los exhorto a que cuando nos encontremos  en algún problema o situación difícil pidamos con el corazón a tan dichosa Madre y verán como poco a poco  encontraremos fin a nuestras dificultades, “Pues en Guadalupe se halla remedio a nuestra aflicciones libradnos –oh pues Señora- de la peste y los temblores-“.

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