REFLEJAR SU PRESENCIA DIVINA
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio: Lucas 16, 19-31: En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de purpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. "Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros."El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento."Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen."El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.""
LECTURA: Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, has un poco de silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y piensa que te dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN. En la parábola se habla del más allá y los personajes son Abrahán, el hombre rico (Epulón) y Lázaro. En esta parábola se ve la correspondencia que existe entre la vida diaria y la vida después de la muerte. Se muestra la fe en la resurrección en cuanto que cada personaje muerto tiene un pasado en su vida biológica. No se habla de “reencarnación”, ni de “energías”, ni de perderse en “el todo” o en “la nada”, sino que cada quien conserva la conciencia de su existir y de su proceder. La resurrección de Jesucristo, hace que está parábola, se comprenda, no como una alegoría, sino como un anuncio de la Vida Eterna.
ORACIÓN: Guardo silencio, reflexiono sobre lo que medité y hago mi oración propia, lo que sigue sólo es una guía: Señor, gracias por la vida que me has dado. A diferencia a la de seres microscópicos como los virus y las bacterias o los macroscópicos, como las plantas, los peces, los insectos, los réptiles, los mamíferos, etc., no sólo tengo conciencia de mi existir sino que me descubro en relación con otros seres humanos y con la creación; con un pasado, un presente y un futuro y llamado a la eternidad de tu amor.
Señor, concédeme estar siempre consciente de las realidad de mi temporalidad, -sólo voy de paso a este mundo-, y de la eternidad para la que me has creado. Concédeme tener experimentar constantemente tu presencia, reconocerte en quien está a mi lado y en toda la creación.
CONTEMPLACIÓN: El don de la vida es una gracia y una bella responsabilidad, para con Dios, con mis hermanos y la creación. Responsabilidad que en el amor nunca es una carga, sino una constante bendición. Realizarla con la conciencia de que mi vida no se acaba con mi muerte sino que se prolonga hasta la eternidad, hace que mi hoy, tenga siempre el reto de descubrir a Dios presente, a Quien podré contemplar cara a cara, hasta la eternidad. Motivado con esta idea, no sólo podré reconocer más fácilmente los reflejos del amor divino en todo lo que rodea y ocurre, sino que también con mayor empeño, puedo ocuparme en reflejar su presencia divina en mi pensar, hablar y actuar, como un reto continuo de esforzarme en ser un reflejo de su amor.
Pensar en el Cielo, sabiendo que lo tengo que anticipar aquí en la tierra, es vivir impregnado de la presencia de Cristo, Quien “me amó y se entregó por mí” (cf. Gal 2,20). Es actuar con libertad, llevando la paz de jesucristo a todos lados, en el esfuerzo diario de ser mejor con mi familia, mis amigos y las personas con las que interactúo. Es comprender y vivir la dimensión solidaria hacia el pobre y necesitado como el Lázaro del relato evangélico y compartir la fiesta de la vida con todos mis hermanos; valorando los acontecimientos en su justa dimensión, administrando los recursos materiales sin nunca apegarme a ellos y es cuidar la ecología de todo ser vivo y la naturaleza misma, que me hablan de Dios.
Anticipar el Cielo en la tierra, también es hacer vida lo que san Pablo nos pide en la segunda lectura de este domingo: “Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos” (1 Tm 6, 11-12).
ACCIÓN: Para logra mi objetivo de ser feliz, ser santo y llegar al Cielo, debo mantenerme en continua relación con Dios y para ello es importante, todos los días, dialogar con Él meditando la Sagrada Escritura y conociendo el magisterio pontificio, participar de la Eucaristía y del sacramento de la reconciliación, orar en diálogo amoroso con Jesús, y compartir la fe en la misión continua con mis hermanos y en la ayuda solidaria con los más necesitados.
Estos cuatro pilares: Sagrada Escritura, Eucaristía, Oración y Misión, siempre los encuentro en la Misa, de ahí que mi participación en la Misa dominical es fundamental, para vivir solidariamente la fe, con mis hermanos en la iglesia.
Si deseas hacer algún comentario puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx
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