DISFRUTEMOS DE LA PRESENCIA DE JESÚS.
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio del domingo 10 de Noviembre del 2013.
XXXII Domingo Ordinario
Evangelio: Lucas 20, 27-38: En aquel tiempo, se
acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
"Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano,
dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su
hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos.
Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin
dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál
de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con
ella."Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan;
pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de
entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son
hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los
muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al
Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de
muertos, sino de vivos; porque para Él todos están vivos."
LECTURA:
Lee, pausadamente, una o dos veces el texto del Evangelio, haz un poco de
silencio interior, cierra los ojos y visualiza a los personajes y piensa que te
dice a ti, personalmente, la Palabra de Dios.
MEDITACIÓN.
En este pasaje los personajes principales son Jesús y los Saduceos. El tema
central es la declaración de Jesús: “Dios es Dios de vivos, porque para Él
todos están vivos”. En tiempos de Jesús entre los judíos había dos tipos de
personas religiosas, los fariseos y los saduceos. Como lo señala el Evangelio,
estos últimos no creían en la resurrección y su vivencia religiosa era más
superficial, mientras que la de los fariseos era más rigorista. Ni unos ni
otros comprendían la resurrección, tenían sus propias ideas y en ese terreno
discutían. Sin darse cuenta se separaron de Dios, el cual no era importante
como tema sino las normas que cada uno quería imponer sobre los demás: Lo más
significativo para ellos era ver quien tenía la razón.
El
Señor Jesús nos revela, el significado de la vida nueva, de la eterna y de la
resurrección, no con palabras, sino con hechos, resucitando Él mismo.
Sobre el tema “del más allá”, en todas las
religiones encontramos opiniones: que si “todo se acaba al morir”, que si
“volvemos a la energía cósmica”, que si “las almas quedan vagando”, que si
“regresan a comerse los tamales de las ofrendas”, que si “reencarnamos”, que si
seguimos “viviendo en otras dimensiones”, etc. Así, muchas personas viven
divididas con los demás, pues su discusión no parte de hechos concretos, sino
de ideas.
Cristo
Resucita, como signo de su divinidad, por lo que siendo Dios, nos ama, nos da
la vida biológica, la vida nueva aquí en la tierra, y cuando morimos, también
la Vida Eterna, pues nos llama a la resurrección, porque ES DIOS DE VIVOS. El
Señor Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre; en todo semejante a
nosotros, menos en el pecado. En cuanto hombre, al encarnarse en la Virgen
María asume todas nuestras limitaciones, incluida la de la muerte, pero en
cuanto Dios, trasciende todas nuestras limitaciones, incluida la muerte,
RESUCITANDO.
Los
saduceos y fariseos, están junto al Señor y dador de Vida, pero en lugar de
disfrutar de su presencia le “plantean problemas”, para ver si “los convence”.
Los saduceos, ciertamente tienen conciencia de estar junto a “un gran hombre”,
si no, no lo cuestionarían. Tienen dudas, buscan respuestas y esto es
razonable, pues Dios no quiere que nuestra fe sea irracional, pero lo grave es
que en lugar de querer cambiar de vida e imitar a Jesús, para tener su paz y
cercanía con Dios, pretenden permanecer en sus estilos de vida. Cuestionan a
Jesús, porque lo consideran mejor que ellos, pero en lugar de imitarlo y crecer
en su experiencia de Dios, pretenden que Él sea uno más de la masa; que con su
testimonio no cuestione a nadie, que con su Palabra a nadie instruya y que con
su presencia y amor a nadie libere del pecado, ni a nadie le dé felicidad y la
Vida Eterna.
En
ocasiones esto nos pasa también a nosotros, tenemos a Jesús en su Palabra, en
los sacramentos, en la Misa, en la Iglesia, en el sacerdote, en el pobre, en el
cónyuge, en el hijo, en el hermano, en el amigo, en el que está cerca y en
nuestro corazón: pero en lugar de escucharlo, amarlo, alimentarnos de Él y
dejarnos amar por Él, nos quedamos en nuestro “intelectualismo”, nuestra
“increencia”, nuestra duda o en el qué dirán.
Cuando
estamos en la playa, ciertamente podemos quedarnos en la discusión de la causa
del azul del mar y del cielo, el por qué de las olas y su ruido, del origen del
sol y de muchas cosas más, o también podemos contemplar el paisaje, disfrutar
del momento y dejar que todo esto nos llene de paz.
La
experiencia de estar con Dios, ilumina nuestra fe, guía nuestra esperanza y
fortalece nuestra caridad. Digamos CREO y sigamos a Jesús, dejemos que su
presencia nos llene de amor y hagámonos conscientes de lo que sucede en nuestro
corazón y notaremos lo diferente que es dejarnos abrazar por el amor de Jesús,
a quedarnos, desde lejos, “intelectualizando” sobre lo menos importante y que
nos impide experimentar su presencia transformadora de nuestra vida y
liberadora de todo lo que nos oprime. DISFRUTEMOS DE LA PRESENCIA DE JESÚS.
Él se
está verdadera, real y sustancialmente presente en la Hostia Consagrada,
búscalo y encuéntralo. Él te espera, disfruta de su compañía y déjate amar por
Él.
ORACIÓN: Guardo silencio, reflexiono sobre lo que
medité y hago mi oración propia, lo que sigue sólo es una guía: Señor, al igual
que tus contemporáneos, muchas veces me enfrasco en discusiones que lo único
que hacen es distraerme y alejarme de tu amor. A veces, incluso, parece que mi
oración es para que me convenzas. Señor, dame un corazón sencillo que te busque
y encuentre en las cosas ordinarias de la vida, en el servicio a mis hermanos y
que disfrute de tu presencia y amistad, para que pueda compartir el amor que me
das, con todos los que me rodean. Señor, quiero ser como Tú, como la Virgen
María, como los santos que te han seguido.
CONTEMPLACIÓN:
Cuántas veces me he quedado en discusiones personales con otras personas, en un
diálogo intelectual o de argumentos sin fundamentos, relacionándonos en lo
superficial del mundo de las opiniones y no he llegado a su corazón ni he
dejado que ella toque el mío. ¿Cuántas veces pienso que me pongo en oración y
en lugar de hacer silencio para escuchar a Dios, me quedo con mi opinión, mis
cuestionamientos o mi enojo, sin escuchar a Dios y disfrutar su presencia. Que
tengo confusiones, que tengo problemas, que racionalizo o sé que pensar, pues
no tengo soluciones, eso Dios los sabe y por lo mismo muchas veces puede ser
inútil el que yo se lo diga, cuando lo más importante es saber ponerme delante
de Él, junto a Él y disfrutar de su presencia.
ACCIÓN:
Me esforzaré por ponerme delante de Jesús Eucaristía, en silencio, sin prisas,
sin decirle nada o quizá dejando que después de un momento de verborrea
intelectual o sentimental, me quede junto a Él, como el hombre sencillo del que
habla el santo Cura de Ars, quien le dijo que al ponerse ante el sagrario,
“sólo miraba a Jesús y dejaba que Él lo mirara”.
Si quieres, delante de Jesús Eucaristía repite esta
oración de santa Teresa:
Nada te turbe,
nada te espante;
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia,
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta
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