viernes, 15 de febrero de 2013


La humildad de Benedicto XVI

JOSÉ J. CASTELLANOS    

La renuncia anunciada por el Papa Benedicto XVI marca un contraste más con su predecesor. Aunque acepta que en el dolor y el sufrimiento también se sirve a la Iglesia, como ocurrió en el caso del beato Juan Pablo II, él percibe que tanto la Iglesia como el mundo requieren de un Papa fuerte, capaz de enfrentar la difícil problemática de nuestro tiempo.

Para muchos, el gesto del Papa lo es de humildad. Sin embargo, un amigo me hacía reflexionar ayer acerca de dónde se manifestó la humildad del Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, y reflexionándolo comparto su opinión. El gran gesto de humildad consistió en la aceptación del pontificado, a pesar de que no era un cargo deseado o buscado por él, cuando ya se preparaba a retornar a sus libros y de forma tan abrumadora fue elegido para asumir la sucesión de San Pedro.

La elección del Cardenal Ratzinger, aunque lógica, era inesperada. Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había encontrado numerosos enemigos, tanto dentro como fuera de la Iglesia. El apelativo de “panzer Cardinal” lo muestra claramente. Si era así al servicio de Juan Pablo II, ¿qué podía esperar como Pontífice? La única respuesta que se me ocurre es, una pesada cruz. Y así ha sido.

Las críticas no esperaron después de su elección. Curiosamente, los mismos enemigos de Juan Pablo II, sobre todo en los medios de comunicación, no tardaron en usar la figura de éste para contrastarlo con Benedicto XVI y decir que no tenía sus cualidades, su carisma, su fuerza y su impacto. Efectivamente, no se trataba de una copia al carbón, pues cada uno es cada cual, pero se equivocaron en muchos puntos de su diagnóstico, y es que a esos analistas les falta un elemento esencial para ver al sucesor de Pedro: la fe.

Este fenómeno se repite continuamente. Recuerdo los temores de quienes pensaban que en su visita a México no tendría el arrastre del Papa Mexicano. Se equivocaron de punta a punta. Ellos olvidan que ni con Juan Pablo II, ni con Benedicto XVI se acude ante el hombre, sino ante el Vicario de Cristo, quien actúa en su nombre, representación y su poder aquí en la tierra. Sabíamos ya más de Benedicto XVI que de Juan Pablo II cuando nos visitó por primera vez, pero a quien acudimos a recibir, vitorear y escuchar, fue al Papa y punto.

Sin duda, al aceptar el Pontificado, Benedicto XVI se veía como un Papa de transición, con un breve pontificado, al modo que fueron Juan XXIII y Juan Pablo I. Se sabía blanco de críticas y de muchos enemigos en la misma curia y fuera de ella. Así que su aceptación de la Cátedra de Pedro, fue un acto de humildad que se me ocurre pudiera parecerse al de Nuestro Señor cuando fue abofeteado, coronado de espinas y motivo de sarcasmo por parte de la soldadesca romana. Sin embargo, asumió el cargo con la sencillez de su persona, con sus doctos conocimientos y su entrega total.

Desde un principio advirtió que no podría ser el Pontífice itinerante al estilo de su predecesor, pero no por ello renunció al acercamiento con su rebaño. Particularmente impactantes fueron sus encuentros con la juventud en las Jornadas instituidas por su predecesor. En esos encuentros, en sus viajes y en las audiencias en el Vaticano, salió relucir el “carisma cetrino”, si así puede llamarse, y lejos de alejar a los fieles, se multiplicaron los que le vitoreaban.

De este modo, el sacerdote, el teólogo perito en el Concilio Vaticano II, el obispo, el cardenal, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Papa ha cubierto un ciclo personal que, de acuerdo con lo que se ha dicho, concluirá con la clausura de un monje. Siempre al servicio de la Iglesia.

Nos hereda tres encíclicas que revelan el sentido de su magisterio: Deus caritas est (2005), Spe Salvi (2007) y Caritas in Veritate (2009). Y particularmente llama la atención que su renuncia se produzca en el Año de la Fe, convocada en el documento complementario a las tres encíclicas, Porta Fide, con lo cual ha abordado con gran profundidad las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Y qué decir de la trilogía sobre nuestro Señor Jesucristo, con la cual ha salido al paso de quienes han deformado la figura de Nuestro Señor. Esta obra ha sido una expresión más de su humildad, la ha firmado como Jospeh Ratzinger, ha dicho que no se trata de un magisterio pontificio y la ha puesto a consideración de la Iglesia. Y no faltó quien disintiera de ella.

Finalmente quiero enfatizar en su advertencia acerca de la “hermenéutica de la ruptura” acerca del Concilio Vaticano II, es decir, las interpretaciones que han querido echar por la borda la tradición y magisterio de la Iglesia antes del Concilio, para dar paso a una “nueva Iglesia”, y nos ha reiterado que el Concilio, si bien es una renovación, se debe de interpretar desde la hermenéutica de la continuidad.

¡Gracias Benedicto XVI! Que Dios te bendiga y ruega por nosotros.




APLAUSOS, APLAUSOS, APLAUSOS, para B-XVI, que en un gesto de cordura, de inmensa sensatez, de tremenda humildad, sencillamente deja el lugar para su relevo en la más fina muestra de libertad y de paz… CUANDO DIOS HIZO el mundo y sus interiores, periferias y lejanías, dijo con llana soltura: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”; y al día siguiente –el día séptimo- ¡descansó!... 

EL SANTO PADRE Benedicto está comenzando su séptimo día y lo está adornando con la decisión que le lleva a parecerse cada vez más a Dios, que luego de ardua chamba de la creación de todo lo visible y lo invisible, rauda y escuetamente ¡descansó!...

APLAUSOS Y MÁS APLAUSOS porque no sólo con su palabra y sus directrices pastorales, también con su disponibilidad y sencillez, nos predica a Cristo que no vino a ser servido sino a servir, que luego del trabajo incomparable de la cruz se dispuso al sepulcro –descanso, finalmente- para surgir glorioso y resucitado… VOCES ESTREPITOSAS acusan cobardía, presiones, incompetencia táctica, incapacidad moral, demencia senil, falta de heroísmo, enfermedades ocultas, crisis financieras, depresión crónica, gua-gua-guá, gua-gua-guá (léase etc., etc.,); pero siendo esas voces como chillidos de marrana, yo merito –¡en verdad que sí!- estoy cultivando oídos de chicharronero…

EN AQUEL RESTAURANTE (nunca entré en él) leí desde la calle la leyenda que bien puso su dueño como decoración y decía: “Estando en agonía nadie jamás ha llegado a decir: ¡¿Cómo no pasé más tiempo en la oficina?!”; si alguna vez el Papa Benedicto almorzó en ese changarro seguramente entendió la claridad del mensaje, y si no, pues la elemental lógica y el sentido común le asisten como la luz del sol a cualquier hijo de vecino…

LA MULTITUD DE EXPERTOS –y no son hijos de cualquier vecino, queda claro que no- que pululan en los medios de comunicación ya se han puesto a dictar cátedra periodística logrando medio marearme con descabelladas disquisiciones y verborreas que seguramente ni ellos se las creen pero si les dan de comer…

HE OÍDO Y LEIDO cosas como las siguientes: la elección del nuevo Papa será muy reñida pues el Vaticano es un avispero de víboras (yendo por ahí el “experto” pronto nos argumentará con una botica de herramientas o con una carnicería de vegetales); otro más dijo: ciertamente el sucesor será una persona muy cercana al Papa Benedicto y continuará con los lineamientos doctrinales de siempre (¡cuánta profundidad, señor experto!)…

IBA YO EN MI AUTO, el martes pasado, cuando al voltear  vi que el vigilante del estacionamiento abrió su casillero personal y –como una luz inesperada- aparece el cartel de Benedicto bendiciendo con la mano en alto y la sonrisa franca; bajé del auto, ingresé a la tienda y en el mostrador sendas estampas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, como si dieran la bienvenida y despacharan a cada cliente; de ahí me fui al local de la lotería para cambiar el billete que me regalaron diciendo que tenía reintegro, la abuelita toma el “cachito” y lo pone junto a otros detrás de un recorte de periódico con Benedicto-Charro en el papamóvil de León; no me recupero de las coincidencias cuando regreso al estacionamiento y equivocadamente me quieren entregar un llavero que no es mío pero que lleva la imagen del Papa Benedicto; de plano que regresé a casa empapado por el afecto que el pueblo de Dios le tiene al Santo Padre…

NO SE ME ANTOJA ser “experto” en cuestiones papales porque seguramente opinaría que el próximo pontífice podrá ser un japonés de África, o que tal vez será un extremista moderado porque Ratzinger tuvo la precaución de nombrar cardenales de su preferencia; como experto opinaré que el sucesor deberá corregir todo lo que el anterior hizo mal (y no sabré ignorar tanto y tanto que hizo de bien), o tendré que “reconocer” que la situación de la Iglesia es muy, pero muy difícil (¿y cuándo ha sido fácil?)…

APLAUSOS Y MÁS APLAUSOS para tantos y tantos hijos de Dios que nos abrimos a su voluntad sin necesidad de rayos apocalípticos ni profecías tremendistas, para tantos y tantos hijos de vecinos que sin ser expertos le atinan al comentario con la sencillez y sentido común que no se les da a los avezados…

NO DEJE USTED de aplaudir y escoja uno de los siguientes calificativos para la decisión papal: inesperada, sabia, coherente, sorpresiva, plausible, sensata, libre, prudente, cuerda, honesta, valiente, ejemplar, respetable, luminosa, justa, humilde, consciente, amorosa, fiel, benéfica, bendita –en latín se dice: benedicta-, atinada, edificante… (dijimos que sólo uno, ¿eh?)…


P. Eduardo Lozano,
Director de Teatro y Medios Alternativos
de la Arquidiócesis de México